Sobre mi Prontuario literario
(Epítome) «»

Filosóficamente, soy uno de los seres menos inhumanos que todavía ocupan un espacio en la realidad y tiempo que padecemos o disfrutamos. Soy una de las formas de la Simulación de la Existencia, la Razón contra el Entorno Fatal: la velación forzosa de lo oculto que tiene momentos de revelaciones. Soy un escritor convicto y confeso por haber cometido obras literarias, pero alguien que no busca absolución oficial. Soy un escritor culpable por haberme dedicado a la Literatura, pero permanezco impenitente. Soy uno de los vástagos de quien fue igual un descendiente, y padre de otras criaturas similares. Pariente del escritor escocés y necrófilo Andrew Ure. Soy un «depresivo-obsesivo», según dictamen psiquiátrico. Me dediqué a la Literatura por propensión natural, que no por asirme al Catálogo de Atractivas Ofertas Laborales de la Sociedad Postmodernista. Para conducir mi existencia, siendo todavía infante, elegí El Juicio y descarté la reverencia representada por la Capitulación de la Razón Inmanente e Inmutable. Cometo Literatura porque la praxis escritural es la negación de la castración intelectual de origen secular.

El curso del tiempo, y la intervención de ciertas lecturas filosóficas o literarias, me impulsaron a concluir, sin prisa, que el Derecho Natural es el principal amigo del escritor y el Mercado el peor entre los sepultureros fortuitos que lo asedian. Mediante la Narrativa, fundamentalmente, materializo la «puesta en escena» de mi inventiva. Con mi Poesía, de inspiración obviamente «presocrática» (gnómica, aforística o enunciativa), fijo y organizo mis lucubraciones.

En mis trabajos literarios, muchas veces describo o recreo atrocidades. Pero, son igual filosóficos: religiosos, grotescos, absurdos o escabrosos. Yo develo la Conciencia Lúcida e igual la Conciencia Atrofiada de la especie a la cual, infaustamente, parece que pertenezco. En el Panorama de la Literatura Venezolana, soy un hacedor que inspira suspicacias y murmuraciones malsanas. En la tradición literaria Latinoamericana, soy un autor que pudiera despertar curiosidad y que tiene una difusión cuyos alcances ignoro.

Pero, soy un escritor que no cesa y que no se desplaza en los trenes donde viaja la mayoría de los creadores. Me inicié en el andén y no le temo a los rieles y vagones. Pero, los extremos hacia donde intento diseminar mi Literatura no son los de la comarca donde (irrumpí) nací: que me ha ininterrumpidamente preterido, que no me conoce, que no admite mi disidencia ni mi pensamiento distinto.

No apruebo las pretensiones de «académicos» que intentan ubicar o clasificar el producto de mi imaginación con pontificados maledicentes. Pero, sugiero a los investigadores y críticos honestos (los hay) que lo enfrenten o desechen de acuerdo con sus necesidades o «criterios intelectuales». Sugiero que no me exculpen. Porque es la ejecución de un arte, la Literatura no concilia con la pretensión que se le cosifique para que puerilmente alcance plusvalía económica o académica. Los críticos no deberían conformar pelotones de inteligentes mercenarios al servicio de «fusilamientos» o «consagraciones» de obras literarias, leídas y discutidas en los conciliábulos. Porque, los libros son los objetos de la resistencia del Juicio ante una realidad irredenta. Muchos críticos, con su mueca horrenda de auto arrogada «erudición» y «talento», falsifican y vulgarizan el conocimiento tras un antipático y asfixiante fichaje.

(Alberto Jiménea Ure, Mérida, Venezuela, Julio de 2008)