Briceño Guerrero sobre los pensamientos de Jiménez Ure
Por José Manuel Briceño Guerrero


Si yo me viera confrontado con la tarea de clasificar a todos los «escritores  de ideas», es decir a todos los que «expresen sus pensamientos por escrito», y si fuera necesario establecer sólo dos categorías, y si yo escogiera la sistematicidad como criterio, entendiendo por sistematicidad  el «despliegue deductivo» de la escritura a partir de una estructura de ideas conscientemente elaborada cuya coherencia unitaria gobernara los enfoques particulares determinando tanto el ordenamiento de las partes como las decisiones de índole valorativa, y si consecuentemente los dividiera en «sistemáticos y «no sistemáticos», observando en el primer grupo la tendencia por una parte de construir una gran síntesis omniabarcante de inmenso e imponente poder explicativo y por la otra a encerrarse en un aparato dogmático generador de conflictos maniqueos o de amputaciones y estiramientos procústicos, observando en el segundo grupo por una parte la actitud de quien tiene visiones en la noche a la luz de los relámpagos percibiendo y expresando objetos de un mundo en general obscuro y valoraciones profundas de un alma demasiado grande para aceptar formación conceptual y verbal pero radicalmente certera en el aislamiento de aforismos instantáneos constelables sólo a partir de una sabiduría exterior a la palabra, y por otra parte la actitud superficial del diletante inconsciente de las profundidades insensible para la voluntad de coherencia propia de la razón pero decidido a parecer pensador sin serlo, si yo procediera de esa manera y una vez construido el esquema intentara buscar en él al inquieto, talentoso y valientemente polémico escritor Alberto JIMÉNEZ URE tal como se presenta en su obra Pensamientos Dispersos y en las ideas discernibles como trastienda y retaguardia intelectual de su poderosa narrativa, me encontraría en la imposibilidad de colocarlo en el primer grupo porque ni la época en que vivimos ni su temperamento ni su vocación lo ha impulsado a construir un sistema filosófico, ni su amor a la libertad ni su mercurialidad creadora ni la amplitud de su espíritu le permitirían convertirse en «doctrinario», pero tampoco podría colocarlo en el segundo grupo porque tiende inconteniblemente a precisar su pensamiento y a formularlo inequívocamente, no está informado por ningún desbordado misticismo y nada está más alejado de él que la irresponsabilidad de la palabra pues ha asumido con auténtica seriedad el oficio de escritor con todos sus gajes peligros y martirios, de tal manera que reconozco una vez más la inutilidad de los esquemas a la hora de la verdad, y me veo forzado a declarar sin ínfulas de juez, sin pedantería de evaluador sin sabihondez de crítico observo con asombro, interés, admiración y simpatía la agonal dedicación de este joven al pensamiento y a las letras esperando lo prometido por lo ya realizado desde un centro de consciencia luminoso que no será apagado por circunstancias hostiles ni por circunstancias favorables (Escrito el 26 de Enero 1988, texto evaluativo del libro «Pensamientos» de JIMÉNEZ URE, que sería publicado por el Rectorado y Vicerrectorado Académico de la Universidad de Los Andes el año de 1995)


[*] Pensador, profesor universitario, escritor de textos filosóficos y narraciones.