EVA FELD
Nació en Caracas, hija de padres judíos, fue becaria del gobierno francés y enrolada en las excentricidades del Centro de Estudios de Comunicación y del Instituto de Altos Estudios de la Sorbona, asistió a clases magistrales de Edgar Morin, Levy-Strauss, y Jacobson. No era el París de Cortázar en Rayuela, ni el París de Bryce Echenique, más bien el París que refleja en su novela Transparencia del Reflejo que mantiene a raya a Lucifer. Ha sido Colaboradora de la revistas Imagen, Domingo Hoy, Feriado, Verbigracia, Papel literario, entre otros. Eva Feld quien habla, lee, piensa y cuenta en castellano, en inglés, en francés y  en húngaro, es escritora, editora, periodista, licenciada en Comunicación Social como se le dice más comúnmente a esta profesión que ejercitó desde la administración pública hasta “sus últimas consecuencias”, la más memorable fue la del Diario de Caracas  (desde su fundación) que según la autora fue: “La mejor escuela de periodismo que jamás hubiéramos podido ni soñar quienes allí tuvimos por maestro a Tomás Eloy Martínez. Aprendimos con él que narrar es el mismo verbo cuando se trata de la realidad o de la ficción, a desdoblarnos en las historias que escribíamos y que en cada línea debía haber una información y en cada párrafo una reflexión.
Aprendimos también  a leernos y a escucharnos mutuamente, algo que en la literatura venezolana no es común. De ese modo, tal como ocurre en los psicodramas aprendíamos no sólo de nuestros propios errores sino también de los ajenos. Podría decir que mi paso por el Diario de Caracas fue superior en calidad a cualquier maestría o doctorado académico. Allí amanecíamos por una noticia como si se tratara de salvar vidas, allí nos corregíamos como reporteros pero también como personas. Allí  convertíamos el periodismo en género literario por la calidad que aprendimos a exigirnos a nosotros mismos. Lo considero un postgrado tan importante como el que emprendí en París, con una beca del gobierno francés, recién graduada en la Universidad Central de Venezuela y del que regresé sin diploma pero con la retina llena de lecturas, con el cuerpo lleno de asistencias a huelgas de hambre, a manifestaciones populares, a conferencias en el College de France, donde Levy Strauss (el estructuralista mayor) o Jakobson (el insigne  lingüista) convocaban a tanta multitud que era menester colocar equipos de televisión para reproducir las conferencias en los pasillos, para que nadie se quedara sin escuchar los vericuetos apalabrados de los grandes maestros pensantes de la época. Acudí a clases de mímica con los asistentes de Marcel Marceau, conocí las persecuciones de la policía francesa cuando masivamente tomábamos las calles de Paris para proclamar libertades. Compartí mi pan con refugiados chilenos y mis lágrimas con perseguidos españoles. Acudí a las clases de la Escuela Práctica de Altos Estudios y del Centro de Comunicación de Masas para admirar al profesor Edgar Morin, entre otros y aprendí a cartearme en fonemas con mi amiga francesa, tan tránsfuga en su propio país como lo he sido yo en el mundo entero. Con  ella, arqueóloga, historiadora de arte y eterna compiladora para una idioteca universal, recorrí  las calles de Paris a las cuatro de la madrugada para un proyecto de investigación mediante el cual analizábamos los desechos sólidos en los diferentes barrios para conocer a través de ellos las costumbres de los habitantes, algo así como una antropología en gerundio. En fin, que mi  formación  lleva más galardones vivenciales que académicos. Del Diario de Caracas salimos en catapulta casi todos los fundadores tan pronto como osaron suplantar a nuestro Tomás Eloy Martínez. Algunos tuvimos la suerte de volver a trabajar con él, en El Nacional, donde bajo su conducción propusimos dos proyectos editoriales: un suplemento para la mujer y otro de economía y turismo. Me tocó en suerte codirigir este último. De manera que la barajita de Jefe de sección también la tengo en el álbum de mi vida. Cuando la empresa resolvió acabar con el proyecto creé una página juvenil llamada Gente Nueva y cuando la empresa resolvió acabarla también, me mudé por un año a los Estados Unidos de Norteamérica donde hice, en el Chicago Sun Times, una sección de entrevistas con los más notables hispanos, hasta que uno de esos notables hispanos me convocó para que trabajara en su estación radial. Fui pues redactora, locutora y reportera de la comunidad, así como productora de noticias en Radio Ambiente”.
     

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OBRA LITERARIA:

A su regreso a Venezuela se despertó en ella  su vocación literaria publicando el libro de cuentos Mujeres y Escritores más un crimen (1999),  bajo la Editorial Warp, del célebre librero Walter Rodríguez. Y tres novelas: Los vocablos se amaron por última vez (2000), La transparencia del reflejo (2003) y La senda de las flores oblicuas (2005), las tres publicadas bajo el sello editorial Ala de cuervo que fundó la autora con el ilustre escritor Teódulo López Meléndez y en la cual publicaron una veintena de libros convencionales, antes de aceptar la realidad omnipresente de los e-books, en cuyo formato se publicó su libro Membretes del pasaje (de viajes escritores y algo más).  Todos sus libros están disponibles vía internet.