Quizás mañana
en mis ojos se quede
para ver el paso de las nubes
o estas tormentas de mayo.
O quizás no venga
y pueda como yo
notar la tristeza de la tarde.
POSTAL
(A Lubio Cardozo)
Esta ciudad es amable como una estampa,
pero tan distante de los alcores del eneldo y la niebla.
Esta ciudad, Lubio,
tiene un nuevo lenguaje,
pero algo salado para la porosidad de mis oÃdos labriegos.
Aquà entre otras cosas es distinta la noche:
constelada y perdida en un rumos de olas,
insomnios e insufribles horizontes.
Tu casa y la mÃa son contiguas.
La tuya, con vista al mar,
tiene un sendero escalonado
por donde, de tarde en tarde,
bajas para recibir el soplo cálido del viento caribeño.
La mÃa, con tu mar al frente,
tiene los cordajes sujetos a las montañas del fondo.
Algunas veces, las reverberaciones de tu sol de mediodÃa
parecieran calmarse bajo sombra de mis apamates.
Desde el mirador de los granados te veo descender hasta la playa y tocar el cielo todavÃa jalonado de luz.
Sólo puedo decirte
querida niña un secreto:
que hay un fulgor en tus ojos,
se hace más negro tu pelo
y los rubores te encienden
las violetas de tus pechos
cuando te llevo a mi casa
y apagamos los luceros.
LEJANA
Vives fuera de mÃ.      Â
Lejana
como el resplandor
de un sueño ajeno.
Algunas noches
la brisa de tu cuartoÂ
trae aromas
que resisten el olvido.
Algunas noches
en la agonÃa de la vigilia
tiemblo por tu recuerdo,
atisbo tu voz
lene
sosegada
que no me requiere.
Tu voz
que ya no sesga mi avidez
ni me calma.
OLVIDO
Vives fuera de mÃ
con la certidumbre de este olvido.
A veces
es cierto
ardes en un resplandor
y obtienes mi derrota.
Luego eres voz perdida
piel ajena
antigua herida.
PACTO
Él
puede seguir tranquilo.
El licor que hoy lo embriaga,
lo arcano y tu ardor
le pertenecen.
A mà sólo me distes un incendio
y tu disposición
para este pacto.
Lo otro
tus reclamos de hoy
ni extravÃo
son materia de olvido.
OCULTA
Eres la oculta
la que vienes a oscuras
y sudas mi almohada.
La que en otro tiempo
incendiabas las noches
y lavabas mi cuerpo
con fragancias de rosa.
La que un dÃa sin nombre
cambió su apellido
y dejó de vivir a la intemperie.
La que hoy se guarda
de pensarme
por miedo a sus sueños.
La que diera todo por salir
de esa rutina
de la que no formo parte.
EN LA SOMBRA DE LAS TARDES
Estos dÃas aciagos
rondas mis recuerdos.
Como gato sobre mi dosel
discreto
cruza el pasado.
Estas allÃ
en la sombra de las tardes
expiando mis noches.
Al abrigo del tiempo
como entonces
domeñando mis sueños.
Has vuelto de la turbia comarca
del olvido
donde habÃas levantado morada.