Nacido en Maracaibo, 10 de Septiembre de 1951. Médico Cirujano, graduado en la Universidad de Los Andes en 1977. Postgrado de Neurocirugía en la University of Western Ontario, London, Canada. Ha ejercido el cargo de Neurocirujano en el Hospital del Sur de Maracaibo hasta 1992 y en el Hospital Clínico de Maracaibo desde 1984. En 2007, publicó José Juvenal, una historia de familia (versión en inglés de este libro en www.lulu.com). Aquella mirada tan triste, viene a ser su primera novela.
 
 

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OBRA LITERARIA:

José Juvenal, una historia de familia (2007), Aquella mirada tan triste (2012). Recientemente el autor termino de escribir un libro de cuentos Tengo cinco días muerto (2016)

 

 

Aquí un Adelanto “Tehami Corzía”.

Había pasado quince eternos meses de aquella mañana cuando su médico, con cara de circunstancia, le comunicó que la biopsia de hígado era positiva. Tenía cáncer.

Aquel día, como es de esperar, comenzó su martirio. Lo primero que le vino a su mente fue que, Alá le enviara la muerte, allí mismo, en ese preciso instante, en ese consultorio, frente al médico y su esposa. El doctor adivinando lo que pasaba por la mente de Tehami Corzía le habló de lo avanzado que estaba hoy en día el tratamiento para ese tipo de dolencias. Le programaron radioterapia, quimioterapia, radiografías. Debería cumplir dietas estrictas porque el hígado es muy delicado. Vio con el pasar de los meses  de que manera se le caía el cabello y era remplazado por una pelusa quebradiza. Tuvo que soportar estoicamente agujas, oraciones, dolores que poco caso le hacían a la morfina. Pruebas de sangre. Punzadas con agujas de todos los tamaños. La ropa le fue quedando grande. Pero,  algo perturbador  a lo que nunca se acostumbró, fue ser, uno más, de los alopécicos y enmascarillados en las silenciosas salas de espera de enfermos oncológicos, donde todos piensan en el final, pero rara vez hablan de ello. De cualquier manera, después de tantos meses de nauseas,  insomnio y debilidad,  había terminado con la quimioterapia y la radioterapia.

De nuevo hoy, después que han pasado estos largos meses, le tocaba enfrentarse con el médico. Ese día, visiblemente ansioso, había llegado con su esposa a la consulta desde Marrakech al hospital en Casablanca; más temprano de lo usual, le darían los resultados de sus últimos exámenes.

— Tehami CorzÍa, gritó una enfermera al final de un pasillo.

Él no escuchó. Latifa, su mujer, lo sacó de sus pensamientos de un codazo en el costado. Entraron al consultorio. Ella delante, él la seguía temeroso.

Salam alaykoum
Aleikum essalam.

El médico, un berebere de nariz inmensa, los invitó a sentarse. Con cara de felicidad le comunicó que todo estaba a pedir de boca, tenía buenas noticias:

— La tomografía de abdomen se ve bien, no  queda aparentemente ningún tumor. Tendrás que regresar en cuatro semanas para nuevos análisis. Continúa tomando este tratamiento por vía oral y de vez en cuando te hacemos exámenes. Cuestión de rutina.

Tehami Corzía miró tranquilo a su esposa. No dijo nada. Salieron del hospital. Él, en silencio mantenía una calma solemne, no prestaba atención a la cháchara de su mujer que repetía sin descanso en marroquí:

— Chefti... Anta Kafer Bellah... Waja Hakdak Rabbi Chafak... Allah Kebir... Matatamench la betebba la bwalou… Chefti hahouma chafawk… Andeek Zher Kayheress lhjer… Wajha Makatstahelch…

Tehami y su familia vivían en Marrakech hacía muchos años, el tratamiento de su enfermedad lo había hecho en el Hospital Cheikh Khalifa Bin Zayed,  el más grande y moderno en Casablanca. Era un viaje que tenían que hacer cada vez que requería atención médica. En el estacionamiento le pidió a su mujer las llaves del automóvil. Ella intentó persuadirlo de que no lo hiciera pero al final Tehami se impuso.

— Tengo mucho tiempo sin conducir y me siento bien. Según el matasanos estoy curado.
En el viaje de regreso a Marrakech él mantuvo un silencio absoluto, tampoco escuchaba a su mujer que estridente no paraba de hablar. En el espejo retrovisor se vio envejecido y delgado, el cabello le crecía de nuevo, la piel más oscura.

—Ya no soy el mismo hombre, —pensó. Desconozco si estoy libre de las garras del cáncer. Quizá me quede algo de vida, quizá nada. Debo ser honesto esta vez conmigo aunque sea una vez en mi vida. Sé que causaré dolor con lo que haré a mi mujer y a mis hijos. Allah es grande y sabrá perdonarme. 

Tehami Corzía nació en Rabat hacía ya cincuenta y cinco años. Al terminar su carrera en la universidad encontró muy a su pesar, trabajo en Marrakech; hubiese preferido quedarse en su ciudad pero no tuvo otra opción, los trabajos estaban escasos. Decidió entonces quedarse solo un par de años hasta encontrar algo mejor en Rabat. No ocurrió de esa manera. Conoció a Latifa, se casó y se quedó para siempre.

— ¡Al Hamdou Lilah! alabando al Señor por el milagro concedido. Te fijas, tu, incrédulo, Dios escuchó mis plegarias y  ya no tienes de que preocuparte. Dios es grande
Al ocaso  llegaron a casa en Marrakech. Los hijos no estaban. Tehami CorzÍa con inusual calma se dirigió a su mujer:

— Escucha Latifa lo que tengo que decirte. He callado por cerca de treinta años, desde cuando nuestra hija tenía un poco más de uno de nacida. Entonces ocurrió “aquello” de lo que nunca volvimos hablar, ¡me dolió tanto!, pero decidí continuar a tu lado. Recuerdo decir que te perdonaba y juramos que nunca se hablaría del asunto y lo hemos cumplido. Te confieso ahora que en verdad, nunca te perdoné. Jamás lo he olvidado. Luego nacieron el resto de nuestros hijos. Trabajamos duro y hemos tenido una aparente buena vida. Has sido una excelente mujer, pero tengo que confesarte que dejé de amarte el día en que  supe “aquello”. Ahora tengo la edad que tengo y un tumor de hígado.  Pues bien, no sé si es verdad que estoy libre del cáncer, pero es mi deber decirte que me largo de aquí. Te dejo. Te dejé de querer hace más de treinta años. Nunca te exculpé, no. Odio esta ciudad, jamás me ha gustado. Cuando ya pudimos irnos a Rabat te opusiste. Te impones siempre. Ya no soporto el yugo al que me sometiste toda la vida. Perdóname, pero,  no te quiero. Creo que te he odiado toda mi vida. No te soporto. Tómalo todo, me quedo con algo de dinero para hacer lo que me venga en gana, pero sin ti.

Latifa, abrumada por una terrible y silenciosa tristeza, se cubrió el rostro con sus manos y no encontró nada que decir. Su corazón latía alocadamente y sintió que se desvanecía. Se levantó alelada y se fue a su habitación. Cerró la puerta, abrió una ventana y entró proveniente del desierto una brisa cálida. Miró el inmenso cielo y vio que una estrella brillaba en el este.
Y se fue de casa Tehami Corzía. Tenía treinta años pensándolo.

─ Aun cuando ya estoy viejo y enfermo, a lo mejor ya es tarde. Tenía que hacerlo, me faltó valor, lo sé, ¿cuántas cosas he dejado a medio camino? cuántas cosas sin terminar, toda una vida sin atreverme. Lo peor de todo fue fingir que era feliz. Logré sonreír y amé a mis hijos. Pasaron los años, si, pasaron tantos años. Mejor sería decir, dejé pasar el tiempo. Muchas veces sentía que no era feliz, pero tampoco infeliz ¿qué tipo de existencia llevo? Me molesta pensar que me he sentado a esperar que pasara mi vida en silencio.

Empacó con calma sus cosas y sin despedirse salió de su casa. Cerró la puerta y tiró las llaves por una ventana. Cargó las maletas y partió. Condujo desde Marrakech esa misma noche a Marina Smir en Tetuán. No se detuvo en Rabat, tenía prisa. Rentó una casa con balcón y vista al mar. Estaba pintada de blanco por fuera y por dentro. Día y noche se escuchaba el rugir del Mediterráneo. Acomodó su ropa. Los siguientes días se mantuvo ocupado. No había en su corazón espacio para la tristeza. Aprendió en un curso de fin de semana a bucear.  Por las mañanas antes de amanecer salía a caminar hasta que el sol le quemara la espalda. Luego para llenar su alma de gritos, colores y olores se perdía por horas en la medina de Tetuán. Por las tardes se sentaba a mirar el mar. Planificando su futuro. No trabajaría nunca más. Tomaría clases de pintura y buscaría la manera de poder algún día lanzarse en paracaídas, tomaría clases. También tenía que aprender a tocar un instrumento musical, ¿qué instrumento musical escogería? No importa, cualquiera, tengo toda mi vida por delante. ¡Eso era el gran sueño de su vida¡ Pensó hacer un viaje a Europa, a la India y a Nepal, haría los arreglos muy pronto. En fin estaba libre.

Y por un mes fue feliz.

Exactamente, treinta días de recuperada su libertad sintió molestias en la garganta, ya al tercer día tenía serios problemas para comer, y tres mas tarde murió sin darse cuenta que moría, porque da la bendita casualidad que estaba durmiendo.      

Tehami: Nombre muy común en Marruecos.
Salam alaykoum: Que la paz sea contigo.
Alaikum essalam: que la paz sea también contigo.
Chefti: ¿Ves?
Anta Kafer Bellah: Eres un no creyente.
Waja Hakdak Rebi Chafawk: Y sin embargo Dios te ha curado.
Allah Kebir: Dios es Grande.
Matat amench la betebba la bwalou: Tú no crees en los médicos ni en nada.
Chefti hahouma chafawk: Viste, ellos te curaron.
Andek zher kayheress lhjer: Tu suerte es increíble.
Wajha Makatstahelch: A pesar de que no te lo mereces.