Martha Estrada, nació en Maracaibo en 1952, residenciada en Mérida desde 1972. Poeta, narradora, profesora Titular jubilada del Departamento  de  Lingüística, de la Universidad de Los Andes de Mérida. Es Lingüista, Licenciada en Literaturas Clásicas, Summa Cum Laude, ULA, Mérida, Venezuela. Tiene en su trayectoria docente y de investigación un DEA del Doctorado en Pragmática Lingüística en la Universidad La Sorbonne, París (1983). Ha sido Tallerista  en universidades de España, USA y Venezuela para todo público. Autora y moderadora de Lenguaje en teleclases Curso Preuniversitario ULA, Docente del Programa-Secretaría ULA de aspirantes campesinos. Cargos administrativos y gremiales ad honorem: Coordinadora Docente Escuela Letras, Jefa Departamento Lingüística, en APULA: Presidente Sec. FHE, Secretaria Ejecutiva Directiva y Asuntos Gremiales, Miembro Comisión Curricular y Tesis Pregrado FHE, Representante Profesoral Consejos de Escuela de Letras y Facultad FHE, Directora Cursos de Extensión UCE, Fac. Ciencias, ULA. Tutora y jurado de tesis y concursos de Pregrado y Maestría  en Fac. Ingeniería, Odontología, Humanidades ULA y en el IUTE-Ejido. Se ha desempeñado en diversas líneas de Investigación como: la Pragmática lingüística, Lingüística Teórica, Gramática del Español (Morfología y Sintaxis), Lenguaje y Comunicación, Español como Segunda Lengua, Didáctica de la Ortografía, Redacción, Lógica y Gramática del Español. Premios: CONABA II, CONADES, PEI-CDCHTA-ULA 2003 a 2012, PEII Innovadora A-2011. En el área literaria ha obtenido cuatro Premios regionales y nacionales en Narrativa y Poesía. Premios CONABA y CONADES, 1998;  y Premio Estímulo Investigador (PEI), 2004. 1er. Premio Poesía APULA, 2001; 3er. Premio Poesía Jubilados APULA, 2003. Académicas: Ortografía Esencial, Sintaxis Esencial, El Osito Ortográfico, Análisis Gramatical del Español y  5 textos sobre Pragmática Lingüística.

 
 
OBRA LITERARIA:

Poemas del silencio (DIGECEX/ULA, 1996), Tesoros del silencio (1er Premio de poesía, APULA, 2000), y en narrativa Cuentos para una velada (1er Premio Narrativa, Seccional de Jubilados de APULA, 2003).  Textos de su autoría fueron publicados en la I Antología de Narrativa de la Asociación de Escritores de Mérida, Venezuela, 2004. Autora de 21 libros Académicos. Los más difundidos son Ortografía Esencial y Sintaxis Esencial reeditadas por el Consejo de Publicaciones de la ULA (CODEPULA) en 3 ediciones actualizadas y 5 reediciones desde 1986 hasta 2012.  Algunas han sido publicada en Saarsbrucken, Alemania entre 2013 y 2014 por la Editorial Académica Española como libros electrónicos de los cuales hay siete libros en el enlace:  Martha Estrada Web del Profesor

Tiene inéditos algunos libros con mención publicación: Análisis gramatical del español; Los conectores pragmáticos del español; Iniciación a la Pragmática Lingüística; Análisis pragmático del Discurso Político Venezolano;  Análisis Pragmático del Polílogo Teatral; Los Dialectos de la Península Ibérica; -El Osito Ortográfico. En cuanto a obras literarias, en poesía: Tesoros del silencio (1er Premio de poesía, APULA, 2000), y en narrativa Cuentos para una velada (1er Premio Narrativa, Seccional de Jubilados de APULA, 2003). Poemas del silencio, Colección. Luna Nueva, de Cultura de la ULA, DIGECEX, 1996. Publicaciones en prensa merideña (Frontera, Correo de Los Andes, El Vigilante): 30 ensayos, relatos, artículos de opinión, 1991-1995).

 
 
CONTACTO:

mestrada_1999@yahoo.com
 

 

 

Haga click en la portada


 

Conversaciones entre Dios y Diablo

 

Dios vivía en un monasterio. Allí estudiaba, cantaba y enseñaba con ese amor que sólo él puede prodigar.

Diablo siempre llegaba el último día de la menguante, se le sentaba al frente y con el ceño fruncido le decía: - Deja de leer y escribir tanto. Vente conmigo a recorrer el mundo. No más cocina, ni limpieza, ni jardinería. Aquí las paredes son grises, el ambiente triste, todos lucen aburridos. Si supieras de lo que te pierdes.

Dios callaba y lo miraba dulcemente, como miran aquellos que participan del amor divino.

Diablo se sintió intrigado, se inscribió en el monasterio y nunca más regresó al mundo.

 

A una perfecta creación del agua


En mi vuelo diario sobre las aguas del pensamiento...
...iba decidida a descubrir tu anhelado ser, nacido del mar, para escuchar tus historias de abalorios engarzados con hilos de perla y coral, historias sobre reinos que se anclaron en la profundidad de los océanos de la vida.

Y no supe cómo me fui descuidando, entregada a la contemplación de una danza mística de nubes, hasta olvidarme de mi etérea figura, que se adormeció en un barco de luna y ónix.

Luego, me uní a los delfines para viajar en las mareas, a fin de encontrarte entre vientos de espuma y olas de brisa, pero todo fue inútil... ahora habitas en la tierra, lejos, muy lejos, de mis ojos de noche y bruma.

 

 

Petición de mano

Habían terminado su noviazgo. La noche anterior, él le había propinado un certero golpe en la cabeza. Quedó viva de milagro.

Una semana después se atrevió a buscarla y le propuso, a gritos, matrimonio. Ella se asomó al balcón y le contestó: Cásate con tu madre.

Él se fue y se casó con su madre.

 

 

El olor

Corre aterrada, le duele el muslo herido. Jadeante, alcanza la puerta del rancho. Da un aullido y parte el planeta en cruz.

—¡Hija! ¿qué te han hecho?

Ella entra y tira la puerta. Nada… los perros del Capitán. El viejo va y cierra la ventana a las estrellas.

—Ven a los brazos de papá; no más sufrimiento, voy a curarte, ¿cuánto ganaste? A ver… cuatrocientos bolívares, alcanza, pero dejemos ese dinerito por aquí. Mañana no olvides lavarte antes de entregar guardia, hijita; tú sabes, no es el olor de los marineros… es el olor de nuestra familia. El viejo la abraza con fuerza. Ella piensa en un pulpo inmenso asfixiándola; quiere huir, pero revive su infancia, el libro de lectura, el único en su vida: “mi papá me mima, mi papá me ama”.

Papá comienza a bajar el ajustado vestido de popelina. Se inclina y, anhelante, va levantando la tela para descubrir, escultor de la carne, su mejor obra.

El viejo ronca a ritmo de olas. Ella, desnuda, se levanta, abre la ventana, salta y camina su propia noche. Llora al acordarse de tía Ventura:  ”La gente mala nunca ve las estrellas”. Ya en la orilla, ella mira el mar desde su condena.

El gallo sube a la ventana del dormitorio y al cantar une la cruz del planeta. Ahora puede navegar el sol. En la cama, huesos y olor a sangre. Frente al rancho, ocho perros duermen satisfechos. Ya en cubierta, ella mira el mar desde su libertad.

 

 

El viaje de bromia

Existió, en un país imposible de ubicar hoy en el mapa, porque un tsunami y una guerra destruyeron las amorosas huellas que sus habitantes dejaban en la arena, una joven novicia de alta inteligencia, quien se complicó la vida, debido a una curiosidad excesivamente desbordada. Su nombre mundano era Bromia, aunque en el convento le asignaron otro más acorde con la tradición religiosa de tal recinto. Así que la llamaban: Tulipán, la novicia Tulipán, pues le fascinaba dicha flor y se dedicó a cuidar las plantas que de esta especie había en el jardín.

Bromia había ingresado ahí únicamente para descubrir los secretos bien resguardados en los devocionales claustros. Anhelaba poseer poderes que siempre la gente atribuía a algunos integrantes de las comunidades religiosas. La muchacha fue aceptada sin condiciones, ya que proyectaba, fácilmente, una vocación que no sentía. No tardó demasiado, esta joven curiosa y magnífica actriz, en recorrer hasta los más intrincados rincones de la antigua edificación religiosa. Fue así como encontró, entre polvo y telarañas, un libro antiguo, que pronto habría de revelársele irresistible. Estaba el ejemplar guardado en una funda de cuero, sobre la cual figuraba la palabra: Prohibido, escrita en tinta roja, ¿o en sangre?

La novicia lo llevó a su celda, oculto en una cesta de ropa que debía lavar esa mañana.

A partir de la tarde, comenzó a leerlo en soledad y a poner en práctica, por las noches, todas las instrucciones que iba encontrando en sus páginas. Días después de haber comenzado el aprendizaje, Bromia ya dominaba habilidades especiales que nadie, excepto ella misma, podía notar.

Algunas noches, mientras todas las habitantes del convento dormían, Bromia se iba en puntillas al jardín de tulipanes y alzaba vuelo, sin sentir ni el frío, ni la fuerza del aire en su cuerpo. Con gran asombro, recorría países y continentes, observando cómo el cielo cambiaba a día o noche según la región visitada. Sin embargo, ella no poseía la clave para descender en ningún lugar que no fuera el jardín de tulipanes del convento. Todo el viaje transcurría en pocos minutos del tiempo oficial del mundo. No obstante, para Bromia pasaban horas y horas en el aéreo recorrido.

Además de volar, la jovencita podía emborracharse sin mostrar ningún síntoma de su estado. Tampoco emanaba de su boca el tufito o apestoso vaho característico del aguardiente. Es más, no andaba con resaca al día siguiente.

Por fin llegó el día de ordenar a las novicias. Ellas esperaban en la capilla. Bueno, casi todas, pues faltaba Bromia, la querida Tulipán. Acudió rauda la madre superiora, a la celda de la novicia. Se asustó primero, al verla tirada en el piso como desmayada, y con un montón de hojas amarillentas, de algún libro viejo, esparcidas encima de su cuerpo. Después, con asombro y temor, presintiendo algo terrible, se le acercó. Pero apenas comprobó que estaba muerta, de inmediato se afanó en buscar por todas partes la página final de ese libro que ella, también en secreto, conocía. En ese pedazo de papel, único en el mundo, estaba escrito el conjuro para devolver de la muerte, al lector que hubiera tenido éxito en viajar a ese misterioso universo. El desenlace fatal fue el resultado de un descuido de Bromia, pues ella no leyó en el conjuro para morir, a pie de página, en letra diminuta una instrucción imprescindible. Tales letricas advertían que era necesario tener a otra persona cerca y preparada para que la devolviera del inerte estado. Sucedió entonces que, cuando la superiora logró hallar la ansiada hoja, penetró a la celda un viento huracanado y le arrebató de las manos el papel, para llevárselo por encima del jardín de tulipanes, hasta que se perdió de vista en el horizonte, y fue, al final, entregado al mar, quien lo recibió a fin de ocultarlo para siempre.

Sabido es que no todo secreto logra permanecer sellado, pero el de la desaparición de Bromia, o la novicia Tulipán, sí lo alcanzó. Por eso, surgió una leyenda con diferentes versiones: que si la novicia se convirtió en hoja de tanto leer; que si un libro perverso se la tragó; que si fue raptada por un lujurioso viajero en una noche de luna llena; que si era sonámbula, se fue al monte y se la comió un tigre; que si era una chica tan pura que se fue en cuerpo y alma al cielo, lo cual llevaría a solicitar la beatificación a las autoridades superiores y demás hierbas.

No obstante, apenas tres personas del convento sellaron el pavoroso recuerdo del viaje de Bromia. La superiora y dos religiosas bastante ancianas sabían que la novicia Tulipán florecía en cada primavera en el jardín, desde el fondo de esa tierra donde aprendió a volar y a morir.

Del libro prohibido, cuyo título era: Viaje de ida y vuelta a la Muerte, aún existe otro ejemplar en el país del araguaney y el bucare. Pero el lugar exacto debe continuar sellado.



FLUIDEZ ESCRITURAL NUTRIDA, PERSPICACIA Y BURLA EN CUENTOS PARA UNA VELADA, DE MARTHA ESTRADA

                                                                                   ALBERTO JIMENEZ URE

 

Martha Estrada se une a los maestros del cuento breve que, como el caso de Gabriel Jiménez Emán en La Gran Jaqueca, fusionan importantes elementos de la narrativa para sacudir las conciencias a los lectores, y también a escritores, quienes ya experimentamos las vicisitudes que nos deparaba el alba del naciente Siglo XXI. El humor, el cinismo, lo maléfico, lo libidinoso, lo absurdo y la mofa, son algunos de los elementos más fuertes explícitos en su prosa. Cito tres de ellos: El olor, donde lo macabro y lo morboso dan un toque magistral a la narración. La Hamaca es un extraordinario ejemplo del manejo del humor negro: “Algo tenía esa hamaca. Todo el mundo quería probarla, los de la casa y también las visitas. Ya la hamaca era famosa en la ciudad y, semanas después, empezó a llegar gente de todo el país. Por último, se enteró el Papa y con toda su comitiva se hizo presente para probar la hamaca. Cumplida la prueba, se dirigió a la multitud que aguardaba su veredicto y dijo: Ociosos”. La mezcla de lo libidinoso y la moraleja se capta, perfectamente, en El borracho: un hombre que es violado por un inesperado joven para cambiarle el curso de su existencia o transportarlo hacia otra razón suficiente, razón perversa de la Humanidad de la que formaba parte. Estrada y Jiménez Emán –pese a la distancia que imponen sus particulares estilos- saben que el short story (tan admirado por cineastas como Steven Spielberg) exige un esfuerzo riesgoso de inteligencia sinóptica.

Si no tiene la fuerza persuasiva de un aforismo, el cuentocorto lucirá fatuo. En los textos de Martha Estrada percibo una fluidez escritural nutrida de perspicacia y burla, empero siempre iluminada por un discurso o anécdota que busca y consigue provocarnos un impacto a juzgar por el talento que le imprime a los cuentos desde sus comienzos. Tan difícil es trabajar el cuentocorto que no tiene la abundancia de cultores que exhibe la poesía en América Latina. En nuestro país, los hacedores de shorts stories mantienen una preeminencia indiscutible.