Ramón David Sánchez Palomares, nace en Escuque-Trujillo, (1935-2016), poeta venezolano, Profesor jubilado de la Escuela de Letras de la ULA, Mérida. Contribuyó a la formación del grupo Sardio y la revista homónima (1958-1961), conjuntamente con Adriano González, Salvador Garmendia, Guillermo Sucre y Francisco Pérez Perdomo, entre otros; quienes luego formarían El techo de la ballena. Ha colaborado también en El Farol, Papel literario, Poesía de Venezuela  y Revista Nacional de Cultura. En 1964 el Ateneo de Boconó publica su poemario Paisano. Palomares edita ese mismo año El ahogado, un poema con fotomontajes de Mateo Manaure. En 1965 recibió el Premio Municipal de Poesía por su libro Paisano.

En 1966 la editorial Seix Barral publica la antología de la poesía viva latinoamericana, de Aldo Pellegrini. Por Venezuela aparece Palomares junto con Rafael Cadenas, Juan Sánchez Peláez, Juan Calzadilla y Francisco Pérez Perdomo.
Al año siguiente, en conmemoración del cuatricentenario de Caracas, Palomares publica el poema Santiago de León de Caracas, donde recrea momentos de importancia en la historia de la ciudad. En 1974 es reconocido con el Premio Nacional de Literatura por su obra Adiós Escuque. En 1991 se realiza la Primera Bienal de literatura Mariano Picón Salas, en la cual se rinde homenaje a la trayectoria de Palomares. En 1997 La VI Semana de la Poesía, organizada por la Fundación Juan Antonio Pérez Bonalde, también le rinde homenaje. En la misma, los artistas plásticos: Gloria Fiallo, Ernesto León y Gisela Romero, exponen dibujos basados en los poemas de Palomares. El 14 de junio de 2001 le es concedido el Doctorado Honoris Causa de la Universidad de los Andes, junto con los poetas Rafael Cadenas y Juan Sánchez Peláez. En 2006 resulta ganador del primer Premio Internacional de Poesía Victor Valera Mora; y en 2010 del Premio Iberoamericano de Literatura.

     
OBRA LITERARIA:

El Reino (1958),  Paisano (1965), El ahogado (1964), Honras fúnebres (1965),  Santiago de León de Caracas  (1967),  El vientecito suave del amanecer con los primeros aromas  (1969),  La rana, el tigre, los muchachos y el juego: mito de los indios makiritares  (coautor con David Alizo, 1969),  Poesía (1973), Adiós a Escuque  (1974),  Poesía  (1977),  Elegía 1830  (1980),  El viento y la piedra (1984), Mérida, elogio de sus ríos (1985), Alegres provincias: homenaje a Humboldt (1988), Trilogía (1990), Mérida, fábula de cuatro ríos (1994). Lobos y halcones (1997). Ramón Palomares. Antología poética (2004). El canto del pájaro en la piedra (2004). El reino de Escuque (2005). Vuelta a casa (2006).



 

VIEJO LOBO


A Micha y Armando Romero


Al decimocuarto domingo del año
—Amanece!
dijeron
Y yo salí a la luz
Cuántas flores Rosas que duraron un golpe
pues desde muy temprano mi alma sola
repasó versos, frondas y amor
en las hebras amargas. Y así crecí
entre hermanas suaves y tías católicas
y por la edad de adolescencia
zarpé lleno de sueños.

Después pasaron lentos años
se alejó el aire de los viajes y el viento
me amarró a esta casucha
¡Qué plantas desgreñadas Y siestas
Y noches que escribían en un oscuro diario!
Un corazón ocupado de amores turbios,
alma en vilo sin ley
En cuanto a los demás:
Perros sin fiereza acesando sobre mugres m1gaJas
—un dinero, un poder
una vida de más preponderancia
No es que yo fuera puro si no
que al poco de correr
vi entre ellos mi alma hirviendo y mascullando
y ya no me quedaba más que
una huerteceja: tres matas de maíz y estos tapiales
Ai vinieron ustedes.

(...)

(Tomado del libro Adios Escuque)

 
     
 

EL PATIECITO

Me dijo mi padre el Dr. Ángel:
—¿Qué hacés Rómulo?
—Estoy desyerbando el patiecito,
voy a sembrar.
—Pero...
—¿Adónde está lo que te di Rómulo?
¿De qué estás viviendo?
—Bueno, soy escribiente padre.
Escribiente.
—Entonces,
no fuiste lo que yo soñé.
—Ay padre, lo que soñaste se lo llevaron las aguas.
Ahora sólo hay malezas,
malezas ¿ves?
Estoy limpiando el patiecito. 

(Tomado del libro Adios Escuque)

 
     
 

PATAS ARRIBA EN EL TECHO

A Adriano González León

Yo sé dónde se encuentra
dónde está cantando ahora y comiéndose las hormigas
el pájaro que vuela arriba de las nubes
el que sabe andar por los sueños.

Estaba acostado patas arriba en el techo
murmurando que tenía ganas de matar
y espantando los perros que se le venían del cielo
y escupiendo los tigres
y diciendo:

Yo si que voy a pegarle a los perros que se me vengan
yo si que no les tengo nadita de miedo.

Y con las enormes alas azules les daba y les enterraba cuchillos
y me llamaba a mi y me decía:
Ayúdame, ayúdame.

Entonces terminó
y se puso a meterse entre todas las nubes
allá, muy lejos, cerca de una laguna.

(Tomado del libro Paisano)

 
     
 

ENTRE EL RÍO

Voy a entrar en un río
me quito la ropa y entro y le abro la puerta
y miro dentro de su casa
y voy a estar sentado en las sillas negras
y en los espejos;
cuando hable escucho qué dice y qué quiere
y como manda a todos
y dice que se va a remolinear
y veré cuándo sus patas empiecen
a despedazar la ladera.

Tomaré agua de su corazón
y me beberé su cuello
y haré gárgaras y escupiré adentro
y en los ojos le pondré piedras
y le quitaré los diamantes y los pedazos de oro.

Y de ojos le pondré unos gatos
y veré qué vestidos se pone
y cómo hace para correr.
Y si está durmiendo le escarbaré
a ver qué sueña.

Yo vi qué come el río y vi su mesa.
Y tenía platos como guayabas podridas
y ganado muerto y casas
y todas las siembras que se llevó
y un hilo verde, muy verde como un ángel.
Me estuve sentado viendo
un gran campo que está debajo.
Y allí cantan todos
y se ponían morados.
Hasta que se oyó una voz durísimo
y salieron iglesias y calles de las nubes
y todos corrieron
y comenzó el río a decir que se
iba a morir.

(Tomado del libro Paisano)

 
     
 

ELEGIA A LA MUERTE DE MI PADRE

Esto dijéronme:
Tu padre ha muerto, más nunca habrás de verlo.
Ábrele los ojos por última vez
y huélelo y tócalo por última vez.
Con la terrible mano tuya recórrelo
y huélelo como siguiendo el rastro de su muerte
y entreábrele los ojos por si pudieras
mirar adonde ahora se encuentra.

Ya los gavilanes han dejado su garra en la cumbre
y en el aire dejaron pedazos de sus alas,
con una sombra triste y dura se perdieron
como amenazando la noche con sus picos rojos.
Las potentes mandíbulas del jaguar se han abandonado
a la noche se han abandonado como corderos
o como mansos puercos pintados de arroyo;
vélos abrirse paso en el fondo del bosque
junto a los ríos que buscan su lecho subterráneo.

Y de esos mirtos y de esas rosas blancas
torna el perfume entre las manos y échalo lejos,
lejos, donde haya un hacha y un árbol derribado.

Ya entró la terrible oscuridad
y con sus inexorables potencias cubre las bahías
y hunde las aldeas en su vientre peludo.

Toma ahora el jarro de dulce leche
y tíralo al viento para que al regarse
salpique de estrellas la tiniebla.
Pero aquel cuerpo que como una piedra descansa
húndelo en la tierra y cúbrelo
y profundízalo hasta hacerlo de fuego
y que el pavor se hunda con sus exánimes miembros
y que su fuerza descoyuntada desaparezca
como en el mes de mayo desaparecen algunas aves
que se van, errantes, y nadie las distinguirá jamás.
La joven vestida de primavera,
la habitante en colinas más verdes,
la del jardín más bello de la comarca,
la del amante de las lluvias;
la joven vestida de primavera se ha marchado,
inconstante, como los aires, como las palomas,
como el fuego triste que ilumina las noches.

Así pues:
Que tus manos no muevan más esos cabellos,
que tus ojos no escudriñen más esos ojos,
pues se cansa el caminante que en la cumbre se detuvo
y que al camino no pudo determinar su fin.
Pon sobre los lechos tela limpia,
arrójate como el vencido por el sueño
y como si fueras sobre los campos, sobre los mares,
sobre los cielos, y más, más, y más aún:
Duérmete, como se duerme todo,
pues el limpio sueño nos levanta las manos y nos independiza
de esta intemperie, de esta soledad,
de esta enorme superficie sin salida.

Dijéronme:
Tu padre ha muerto, más nunca habrás de verlo.
Ábrele por última vez los ojos
y huélelo y tócalo por última vez:
como se toca la flor para la amada, así tócalo;
como se miran los extraños mundos de un crepúsculo, así míralo;
como se huelen las casas que habitáramos un tiempo, así huélelo.

Ya los zamuros se retiraron a las viejas montañas
y también los lobos, las serpientes,
y no saldrán hacia los claros bellos de la luna
y no escucharán el canto de las estrellas silvestres
y no detendrán el suave viento que mueve las hojas.
Voltearon y se fueron y ya no quieren más las claridades,
las claridades que bailan serenamente en las copas.

Ya las flores nacidas anoche,
como el lirio, como la amapola, como la orquídea blanca;
las flores nacidas anoche han desaparecido
y sólo cuelgan con olores tristes de los gajos.

No mires más a los arroyos que se llevaron las aguas,
las de ayer, las de hoy, las de ahora mismo,
y por la lejanía no dejes vagar tu mirada
acuciada por el dolor de los pájaros presos,
por el dolor de quienes dejaron partir a la amada,
por el dolor de quien no puede marchar más nunca a su país.
Hace poco tiempo han pasado ante tus ojos
sobre la tarde gris, por el cielo inhóspito,
ciertas aves migratorias llenas de tristeza.

(Tomado del libro El Reino)

 
     
 

SALUDOS


Saludos, precioso pájaro.
Y no abandones el oro de las plumas
entre aquellas nubes
ni pierdas el canto en el dominio de los truenos.
No sea que pases del cielo
y quedes preso en los astros.

De viajes, cuánto se ha perdido,
cuánta ola estrellada en el acantilado,
mientras tus alas
robaban fulgores al poderoso perro del cielo.
Y cuánto de lluvias,
de verano, de hierba roja
por la implacable estación.
O de gris, nieblas y continuado fantasma
frente al joven enamorado de barcos.
Los vecinos perdidos,
el llanto de amigos
que he visto secar en paños
por olvidos e irremediable paso.
Ni qué decir de la muchacha
cuyo pecho hasta ayer fuera tan liso
y que luego se ha visto
como exquisito racimo.

Saludos.
Pero, amigo de viajes,
¿cómo poder contar las pérdidas,
ventas que se han hecho,
nuevas adquisiciones?
Y si la modesta familia
vende las posesiones de provincia
y compra apartamentos confortables,
¿no hemos vendido al corazón
y una y otra vez
cambiado los pareceres de conciencia
para entender mejor las noticias a la semana?
Y mientras tú por el pasado año
te entregabas a los aromosos cielos del norte,
aquí las muertes y los nacimientos
cambiaban las cuerdas del buque
y hacían trastabillar al viejo.
Y mientras robabas a ese perro
los bellos fulgores,
el oro para majestad en tus alas,
los cambios de ciudad,
las venidas al amor,
los cantos de una ilusionada nube
que nos ahogara en deseos
pintaban nuevas y extrañas figuras
en la quilla del buque.

Y entretanto no había más
que el incesante brillo
y el incesante batir de esas alas
sobre espumas y ciudades,
sobre campiñas y lejanas praderas;
más allá de las torres establecidas por la caída de noches.
No había más que esos ojos absortos,
fijos hacia el norte o el sur,
la cola firme,
a manera de timón,
y el impulso
y la ruta que algún hilo indicaba.

Y el cielo, y los aromas
de flores muertas o recién abiertas
y los aires cambiantes.

Y nada más había para ti,
amigo de viajes;
las idas, los regresos
encontraban esas pupilas
quietas, serenas, tendidas
en medio a las carreras que el cielo juega.

Saludos.
Apenas para ti hay tiempo de cantar
en el delicioso jardín
y sacudir en el estanque las alas,
allí donde el viento no ha podido vencer.

(Tomado del libro El Reino)

 
     
 

BAJOS FONDOS


Codo a codo camino con mis cielos sombríos.
Hace días el sabor de otras vidas refluye en mí
y todo es gris y el peligro me escruta.
Escucho voces como nacidas de un tiempo último
y ando bajo presión de ojos que me espían
Hay tantas citas que cumplir
y cosas siempre ocultas, perdidas o muy difíciles de hallar
y oigo mis procederes turbios
y la fiera que guardo.
Mi calle está ahíta de grietas,
con estos pies como de arena y trapo
ruedo a cada momento
y unos perros me empujan
y el acoso me apura por diferentes direcciones.
No hay amigos aquí
Si la persona mayor asiente
dudo y pareciera no aceptar
En sus corrientes ogras no hay vuelo.
Las mismas nubes resultan de un volumen gravoso.
Qué de entrecruces y esquinas hondas
Aquí y allá sombras y siluetas se escurren.
Noten esas ventanas, los ojos torvos escondiéndose
Hay unos ruidos sordos, un decir bajo y rápido
-Déjenme salir- grito desde el fondo.
Afuera no hay nadie, es madrugada.
No hay luna.
El sol no existe

(Tomado del libro Vuelta a casa)

 
     
 

VUELTA A CASA


Aceptemos que todo sea entramados
y no el camino vuelto un cauce viejo,
o sendas polvorientas donde canta la arena...
hablo de otras veredas, seda y aire
que han tendido la araña y las abejas
y que conducen por un patio pequeño
al otro lado de la huerta,
por donde vamos de regreso a «la casa»
pidiéndola, añorándola
para con gajos de algún fruto muy denso
arrancamos la sed que ha venido mordiéndonos
a cada paso, en cada asecho
sin que el orden enjuto y los ojos agudos
sequen la risa e el ensueño
levantados de ese humo, de esas tejas sin tiempo
que unas mujeres ya sin rostro curtieron,
en flor de cal terrosa
con amor sin fatiga y fe dulcísima.
Dios las tenga en su gloria.

(Tomado del libro Vuelta a casa)

 
     
 

Un pequeño barco viaja hacia América. Entre todos los barcos grandes y pequeños este barco lleva un Dragón. El Dragón se pasea por la cubierta entre los peces voladores: con un termómetro de plata sondea la fiebre marina, con sus largos ojos de serpiente trabaja la noche. El soñador, el Dragón va en busca del mundo. Es un pequeño barco en viaje hacia América pero sólo él entre todos lleva un Dragón. Ser un Dragón supone tener demasiados sueños; sueños qué reconocer, qué bordar en alguna selva, algún océano,alguna tempestad... Las temperaturas del agua le descubren un torbellino y una fuente que recorre jardines marinos y crestas de
cordilleras hace mucho tiempo fundidas en coral.

¡Tasar el mar!

Sondear como si se tuviera largos, muy largos brazos con uñas fantásticas que se desprenden y se sumergen hondo, tan hondo que no llegan nunca. Son sus corrientes frías que descienden hacia la leche azul dorada de los trópicos, sus corrientes cálidas que horadan el agua sedientas de frío.
Pero volvamos con el pequeño barco: tiene fiebre y pierde su derrotero... como se sabe, la muerte respeta a los Dragones... entonces el pequeño navío se vuelve hacia una tierra nueva donde Yo el Dragón partiré al encuentro del mundo.

Y me esperan allí todos sus ríos, todas sus piedras, todos sus halcones
.

(Tomado del libro Alegres Provincias)