Licenciada en Filología Hispánica en la especialidad de “Literatura española del siglo XX” por la Universidad Complutense de Madrid. Miembro del Grupo literario “Platero” de Madrid. Implicada muy activamente en los eventos del “Año Platero” y con motivo del centenario de la publicación de la obra Platero y yo del poeta Juan Ramón Jiménez, ha realizado ponencias y conferencias en 2014 y 2015: Hermandades del Trabajo, Madrid; Teatro Bulevar de Torrelodones (Madrid); Club Zayas, Madrid; Casa Museo Zenobia Juan Ramón Jiménez en Moguer (Huelva); Fundación Europea para el Estudio y la Reflexión Ética (FUNDERÉTICA), en la XIV Semana de la Ciencia de la Comunidad de Madrid y en la Delegación Territorial de la ONCE de Madrid; así como en diferentes colegios y grupos de Asociaciones culturales.

Sobre la obra del poeta Diario de un poeta reciencasado: Conferencia en Hermandades del Trabajo, Madrid; Delegación Territorial de Madrid de la ONCE (Organización Nacional de Ciegos de España), 2016.

Ganadora del primer premio de poesía “Poetry Contests: Epimenio Ibáñez Honorary”. Poetry Society of Virginia, Richmond, VA (EEUU), 2006. Semifinalista “Certamen Internacional de poesía Jirones de Azul”, Sevilla, 2006. Primer premio de relato breve y segundo de poesía. IES Adultos “Aluche”, Madrid 2005. Semifinalista en el concurso de poesía “Estrella fugaz”, Madrid, 2003. Primer premio de cuentos “Besana”, Madrid 1981.

 

OBRA LITERARIA:

Artículos en la Revista anual Montemayor, Fundación Municipal de Cultura, Moguer (Huelva), en los números 2009 y 2010. Poemas en diferentes números de la revista Prometeo, Barcelona, 2002. Este año a la espera de dos publicaciones más. Prólogo de la novela Sevilla… Gymnopedies de Mª Ángeles Cantalapiedra. Sial Pigmalión, Madrid, 2016. Poesía y relato corto. Colaboraciones: III Antología de Narrativa. Entre Eros y Tánatos. Asociación de Escritores de Mérida, Fondo Editorial “Ramón Palomares”, Venezuela, 2006; Con buenas palabras. I Certamen Internacional Editorial Jirones de Azul, Sevilla, 2006; Sensibilidades Oro. Antología Internacional, Alternativa Editorial, Orense, 2005 y Estrella Fugaz, Centro de Estudios Poéticos, Madrid, 2003. En distintos foros literarios de la Web: Sensibilidades 2005-2006; Iceberg-Nocturno 2006-2011; Letralia, Tierra de Letras.

 

CONTACTO:

E-mail: soulmefree3@yahoo.es

 
REFERENCIAS:

Como escritora invitada:

-Web de Socorro Mármol Bris

-Web de Andrea Zurlo

Noticias:

- "Madrid se rinde al ‘Año Platero’ con un homenaje a la obra universal de Juan Ramón"

Conferencias en torno al centenario de la publicación de PLATERO Y YO del poeta Juan Ramón Jiménez:

FUNDERÉTICA: En la Semana de la Ciencia de Madrid.

--"El Grupo Platero de Madrid se acerca al horizonte ético de la obra de Juan Ramón en una nueva jornada"

-"El ‘Grupo Platero’ y el ‘Club de Lectura Braille’ cierran el centenario de Platero y yo en Madrid"

-"SEMANA DE LA CIENCIA EN EL ISCM: Platero… la Ética… y Yo"

-"Semana de la ciencia, Platero …la ética y yo"

SOBRE DIARIO DE UN POETA RECIÉN CASADO. Con motivo de su centenario (1916-2016):

-El Grupo ‘Platero’ de Madrid conmemora el centenario de la obra ‘Diario de un poeta recién casado’

 
 

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Homenaje a Juan Ramón Jiménez en la Fundación ONCE (Madrid)
junto con su Club Braile

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DIARIO DE UN POETA RECIÉNCASADO

PAISAJES DE UN VIAJE INTERIOR*

En la definición de poesía que daba Juan Ramón Jiménez, afirmaba que la escritura poética daba vida a un proceso de auto-realización; un “venir a ser yo” y “buscarse más allá”. Y sabemos que toda búsqueda implica un viaje pero, además, que en todo viaje los paisajes son elementos indispensables.
Diario es un camino de autodescubrimiento, de renovación, de “drama interior” que dice el profesor Predmore, pero también de resolución, donde, desde mi punto de vista, no lo acompaña una crisis psicológica y sí el sentir de un hombre poeta. Juan Ramón encuentra en este primer viaje a América la manera de dar salida a lo espiritual, de ampliar con nuevos contenidos los límites de la realidad, y utilizar esa realidad como símbolo poético, ofreciendo, así, una nueva visión de sí mismo y del mundo que ve. Ya lo avisa el poeta en el breve prólogo de la obra: La que viaja, siempre que viajo, es mi alma. Es, por lo tanto una travesía por la superficie pero también por su interior y una lectura más profunda ofrece una visión del alma del poeta pero también del alma humana. 

Para hacer visible el paisaje invisible me he embarcado en esta aventura, intentando en la medida de lo posible, sacar a la superficie esa perspectiva de periplo interior que también es Diario con sus imágenes ocultas, sus paisajes del alma, en las que, Juan Ramón, al preguntarse por la realidad profunda de las cosas que se muestra ante sus ojos, encuentra que es la misma realidad de su alma ante ellas porque su yo poético así lo percibe. Su experiencia íntima, impresiones, emociones, sentimientos de duda, miedo, angustia, esperanza, ilusión, se pueden interpretar como paisajes en este viaje autobiográfico, simbolista, lleno de belleza poética, visual y sensorial, sí, pero que va más allá de la sola visión como diario poético y literario pues, en mi opinión, insisto, tiene tanto o más de recorrido espiritual y humano. Y es que un poema, con imagen poética o no, esconde otra más honda en estas leves notas que dice el poeta copió, unas veces con color solo, otras sólo con pensamiento, otras con luz sola, siempre frenético de emoción, pues el mundo al instante subía a su “alma de viajero”. Es imposible separar el espíritu del cuerpo, la esencia de la sustancia, la belleza del sentimiento poliédrico de un viajero con hondura y sensibilidad cuya aventura interna es tan grande como la externa. En Diario, lo de fuera y lo de dentro se superponen, se mezclan, y el paisaje externo se hace paisaje interno o viceversa. De fondo, la soledad y el silencio van de la mano, UNA obligada en la primera parte de la obra, EL OTRO necesario pues lo busca el poeta para satisfacer en sus aguas la sed espiritual que le mueve, y entregar lo que allí encuentre a los demás.

Si en Platero yo defendía la mirada caleidoscópica del poeta, aquí está más que nunca. Enriquece la literatura conocida hasta el momento y la mirada se amplia, se multiplica no solo hacia el color, los lugares o la realidad social e histórica sino hacia una mezcla de estilos; poemas, monólogo interior, aforismos, cartas, citas literarias, acotaciones, epitafios, retratos… creando un discurso moderno que responde a unos principios constructivos cercanos al impresionismo; a la pintura –no hay que olvidar la seria inquietud que Juan Ramón manifestó siempre por ella- pero también a la música del momento, con su disociación armónica, sus variaciones en la utilización de los modos o  los movimientos más libres en su ejecución.

Si me lo permiten, y aunque suene extraño, podría semejarse a un pintar lienzos a lo Monet o escribir música a lo Debussy, Satie o Ravel, o como diría Ricardo Gullón: “hacer la esencia desde la existencia”. Si el pintor busca captar lo que el ojo ve, el cambio dinámico del paisaje en función de la perspectiva y la luz y los músicos variaciones experimentando con el timbre o movimiento más libre; Juan Ramón, utilizando el mismo elemento natural, plasma ese cambio dinámico en percepciones sensoriales pera el lector. Así, el cielo, el mar, las estrellas, la noche, la tarde, el sol, son el lienzo o la partitura, para expresar su interior, y la soledad y el silencio el trazo o la nota musical que da forma a la composición, al paisaje que se oculta tras el texto (poema o no), utilizando su caleidoscopio literario. 
Sirva de ejemplo el poema del 8 de junio -“Mar de pintor”- donde dependiendo de la hora (desde las cuatro de la madrugada hasta las ocho de la tarde) el mar es azul Prusia, morado, ocre, plata o hierro y el cielo verde malaquita, blanco, rosa o gris; y su alma, en simbiosis, se siente llena de emociones, nostalgia, desamor o pensamientos. La variación la encontramos el 12 de junio en el poema Mar de pintor… (¿De músico?)”
El poeta se pregunta si este mar de pintor es de músico. Escribe el poeta:

  A las dos de la tarde: un movible y luciente brocado verde plata.
A las seis y media: los valles de espumas blancas se llenan de rosas.
A las siete y cuarto: agua alta y verde. Antecielo de nubarrones azul cobalto. Cielo gris. Trascielo de oro.

En mi opinión, le responden los versos.
El sonido (el movimiento del mar a las dos de la tarde); a las seis y media: olor a salitre y rosas (belleza) y las siete y cuarto: el aire de tormenta que se avecina en los nubarrones y el cielo gris.  Lo que en Mar de pintor del 8 junio era pintura, en este poema se percibe, sin duda la variación impresionista desde lo sensorial, lo musical, el cambio dinámico externo que Juan Ramón plasma como esencia.

Con este timbre impresionista encontramos once nocturnos, siete amaneceres, seis cielos, y hasta cuatro cementerios, y primaveras donde esa luz y trazo referidos se muestran con diferentes emociones, diferentes escalas musicales, indicando una nueva perspectiva cada vez.
Podemos semejar esas sensaciones enfrentadas con las luminarias íntimas que todo ser humano posee.

Lo invisible, lo íntimo, símbolo además de su centro, se hace visible en el paisaje exterior unidos por ese hilo elástico de gracia que es la pura esencia poética. Las metáforas del paisaje ideal de obras anteriores continúan aquí, pero en categoría más honda y elevada pues si se afina “el oído” se podrá percibir que es el alma, en conversación constante, la que escuchamos en los temas, motivos, símbolos que concurren dando honda y  genuina unidad al viaje por tierra y mar pero, sobre todo, por el interior. Espíritu y naturaleza, espíritu y realidad, atraen esa unidad y en el silencio se llega a percibir “la onda –decía el poeta- que trae de improviso a nuestra alma una estrofa cerrada, una frase perfecta” que es “una cláusula de este idioma íntimo y concreto que hablan los árboles con las nubes, las estrellas con los pájaros, las rosas con el corazón […]”, también el mar con el cielo, las estrellas con la noche, y el corazón con el amor, la tierra que espera a lo lejos.

Son anotaciones de un poeta mecido por el ritmo del amor y el mar, por la ilusión y la reflexión, por la duda y la esperanza… La palabra en movimiento íntimo que expresa el paisaje del alma mientras afuera, otros ojos, poetas, captan el paisaje externo para crear una simbiosis de experiencia humana que nos es mucho más cercana de lo que parece.

La realidad, las dudas, los miedos, la esperanza, la soledad, el silencio, la belleza, lo visible, lo invisible, caminan con el poeta y a cada anotación la acompaña el sentido poético más íntimo pero también el más humano; el paisaje interior se plasma en cada poema, cada estrofa, cada apunte con apariencia inocente escrito en tren, barco, calle, cama, edificio urbano // y ya sea inspirada por la naturaleza, ciudades, parques, cementerios y principalmente por el mar, es posible apreciar su íntimo y hondo impresionismo, sus variaciones, ese sentido vivencial y contradictorio que a todos nos embarga en este intenso viaje que es la vida.

Para terminar, invito a quedarnos con el olor a salitre y lluvia de ese mar, cielo rebelde, caído de los cielos en un 11 de junio, y la palabra,… exacta,… transparente, el fino tul que permite acceder al interior del poeta, a sus paisajes, si nos embarcamos junto con su alma en Diario de un poeta reciéncasado.

*Resumen del articulo en proyecto para la Revista Anual Montemayor (2016) de Moguer (Huelva, España)


CAMPANARIO*

 

(¡Qué frenético impulso romper el silencio
quebrando la oscuridad a golpes de grafito!)

Tocan a novena con campana sorda
y rezuma el alma con su eco, mientras, en el aire
se dibujan gestos de labios sin comisura
aliviando momentos de distancia.

Hay cartas mudas sobre la mesa
que anhelan ser dovelas en la tarde.
Ancladas bajo cielos inconclusos
esperan una señal que les ponga voz,
la mano con forma de espadaña
donde la sílaba sea repique
y llamada necesaria para encuentros.

Un sonido opaco anuncia el comienzo
y brota la luz a pesar de la ausencia.
La palabra se hace verso, oración,
alcanzando a los dedos con su inefable latido.

Para entonces…

¡Qué volteo interno al rasgar lo callado
con tañidos de alfabeto,
aun sin conocer del campanero  su horario
ni la esencia que su rincón derrama!

*Primer Premio Poesía "Poetry Society of Virginia 2006"
en Lengua Española

 

 

 

“La encontré
en el peldaño de un mundo extraño
y como si fuera un obsequio
la coroné en mis labios”

                                  Shilaa (10-2-04)

VOZ DE FONDO*

 

Redoblé esfuerzos en la aridez
sin manos suficientes
que abarcaran tanta letra callada.
Ahondé con ojos cerrados
buceando en el silencio dormido
entre la escarcha de otros libros.
Los días acunaron versos,
yo los dejé soñar.

Para respirar estiré mis brazos
y en mis labios mudos
puse oraciones.
La voz esta: voz de fondo

¡Hay tanta luz dentro!

Ahora multiplico fuerzas para no perderme

*Incluido en Sensibilidades Oro. Orense, 2006



ORACIÓN DE UN POETA SIN RUMBO

 

Levántame, Señor, esta cruz
que llevo sobre los hombros cansados;
aligera este peso
que oprime mi pecho sin olvido,
y líbrame del misterio oscuro
de este silencio que no deseo.

Rompe en mil pedazos
estos labios sellados
por el tenebroso hilo del mutismo
que algún estrellado cielo
se entretuvo en tejer;
dibuja en mi rostro
el renovado mapa
donde hallar el camino de vuelta
de esa mirada
que ya no encuentro...

Y líbrame, Señor
de la duda y el miedo
si piso de nuevo mi propia huella
en el blanco inmaculado
de un verso

CARTA CASI SIN VOZ

No existo, para ti no existo hasta que tu presencia me devuelve a la vida... Mientras, navego por el purgatorio del olvido al que me condenas, a la vez que mi mente se aferra a tu sombra para no perderse en el camino de regreso... por si tardas en existirme.

Y lucho, día a día, por no ser transparencia y sí esas mínimas volutas de polvo que el brillo del sol hace visibles, danzando al son que tú has dejado marcado en la despedida... sin ser nada más hasta la próxima vez.

El recuerdo es sólo mío, constante, amado; protegido en el rincón de mi propia memoria cuando soy nada para ti, y con él alimento el tiempo que va de existencia a existencia, de presente a presente, porque en esos instantes desaparece el pasado y el futuro, rompiéndome los esquemas si alguna vez, con despiste, me roza de refilón un minuto tuyo.

No, no existo en ese intervalo de silencio que tú impones, y me obligas a la esclavitud de mantener el rescoldo vivo, regalándome las cenizas que quedan del tiempo en el que me haces existir, en las que sólo encuentro la esencia de lo general y no de lo particular, pues en ella quedan los detalles y el tacto, y... créeme... es difícil distinguirlos entre el gris de sus partículas... Por eso protejo el recuerdo..., porque no me queda nada más que él cuando dejo de ser para ti.

Pero hoy escribo esta carta, casi sin voz, en el limbo de la espera,... por si estuvieras por ahí...  Necesito abandonar esta inexistencia que me hiere... y ser yo de nuevo.

 

 

EL ROBO*


La hora. Como cada tarde, se sentó en el sillón frente a la ventana y observó, con cierta zozobra, la sonrisa del día que ya miraba moribundo hacia la noche, con los lejanos reflejos de oro marchito, difuminados en los largos dedos, anunciando el final de otra jornada más de soledad, y ya llevaba muchas. Solo vivía para ese momento, el resto del mundo dejó de existir para él hacía demasiado tiempo.

Al desaparecer el sol en el horizonte, sus inquietudes se hicieron realidad: su hora predilecta no había aparecido, preguntándose angustiado dónde se ocultaba ese tiempo que le faltaba.
Una desesperación apabullante, casi de locura, le hizo recorrer toda la casa, estancia por estancia, reuniendo todos los relojes que poseía, como si aquellos pequeños aparatos hubieran jugado con sus sentimientos y le escondieran los únicos minutos de paz que le permitían, cada día, estar con ella de nuevo.

Con la misma vehemencia que un perro de caza busca su presa para ser recompensado con la caricia del amo, desmontó los relojes de todo tipo que tenía en su casa: de muñeca, de pared, de mesilla, incluso aquel viejo reloj que perteneció a su abuelo y que, con manos temblorosas, desarmó con la esperanza de descubrir el misterio de la hora perdida. Desperdigadas por la habitación, las manecillas de minuteros y segunderos parecían salpicaduras de brillantina y las esferas de distintos volúmenes representaban, para él, ojos ciegos simulando burlas grotescas: imágenes sin proyectar desde los invisibles iris y todo ocupando espacios entre los dibujos geométricos  que, por la vejez de la alfombra persa, desfiguraban, más si cabe, sus formas originales.

Ni aun cuando consiguió enmudecer los distintos tic-tac con destornilladores, pinzas o puntas de acero, logró tranquilizar la desazón que se había apoderado de su espíritu solitario, tratando de encontrar esa hora desaparecida y que necesitaba tanto como un enfermo su medicina.

Todo resultó inútil. El tiempo no aparecía y un doloroso llanto de niño abandonado se adueñó de él, cuestionándose, entrecortadamente, de qué manera volvería Ella si ya no estaba su hora, esa en la que era martirio y dicha acercarse al abismo de la cuenca de sus líneas vitales, invitándole al reposo en sus leves manos; reduciéndole, también, a polvo en el encuentro, pero conformándose con sentir el baile inconsciente de cada roce de labios que le atraía hacia su rostro de bruma y, a la vez, le rechazaba sistemáticamente con la equilibrada respiración de ella. Necesitaba cartografiar sus besos, aunque fueran falsos y el silencio la única respuesta.

La noche se hizo larga con la ansiosa clasificación de piezas de relojes desparramadas por el pequeño habitáculo, mientras intentaba comprender por qué aquel día se le negó el abrazo de su amada.

El cielo se tornó cenizo al mezclarse los diferentes colores que anunciaban la amanecida, y el hombre, todavía, continuaba el lento proceso de encajar cada pieza en su lugar correspondiente. A la vez que el día abría completo y el cromatismo previo al amanecer se había difuminado, terminó de ensamblar manecillas, mecanismos dentados y cristales esféricos, pero ninguno de los relojes funcionó.

Sin darse por vencido, y con la esperanza de haber sido la desesperación la culpable de no acudir a su cita diaria, decidió salir a la calle por primera vez, después del encierro voluntario al que se había sometido desde que ella ya no vivía con él, dispuesto a comprar un aparato nuevo.

Entró en la primera relojería que halló sin pensarlo mucho. La conversación que escuchó entre un cliente y el vendedor le llenó de furia. Sus manos se crisparon hasta blanquearse los nudillos mientras luchaba desesperadamente por evitar las lágrimas de rabia que pugnaban por salir de su interior: una cueva que mantenía cerrada con llave para los demás.

(…pues sí, molesta más este cambio de hora. Nos quitan una hora de sueño así por las buenas… ya ve usted… cuando deberían ser las 3 son las 4. Menos mal que hoy ya lo   notamos menos. Ayer fue criminal escuchar el despertador por la mañana!…)

Llegado su turno, el hombre, que a duras penas había conseguido no gritar de indignación al descubrir que había sido víctima de un robo, no dudó frente al vendedor. A él no le escamotearían más su tiempo.

- Quiero un reloj de arena- dijo sereno y contundente.

Aquella misma tarde, estuvo atento, y cuando los malvas se confundieron con los añiles, los rosas y los naranjas, colocó el objeto adquirido en el alféizar de la ventana y después de programar en el equipo de música algunas piezas de la “La Traviata” de Verdi - última ópera que escuchó junto a ella-, puso en funcionamiento el reloj de sesenta minutos de duración.

Al tiempo que se iba formando una duna con la caída incesante de escurridiza tierra, ella le ofreció, como cada tarde, su cuerpo de nácar cincelado con recuerdos.

*1er premio relato IES “Aluche” Madrid, 2005