Javier Moreno



Nació en Valera, estado Trujillo, Venezuela, el 24 de junio de 1992. Actualmente tiene 15 años. Estudia Primero de Ciencias en el colegio República de Venezuela, en Valera. Aproximadamente a los cuatro años viviendo en la Quebrada, de Trujillo, había una Biblioteca pública, muy cerca, donde pedía cuentos con ilustraciones que “leía”, mejor dicho ojeaba con avidez, sentado en un rincón. Ya en las escuelas contaba cuentos inventados, muchos tenían que ver con los dibujos recordados. Actualmente lee un libro que –asegura– no tardará en volverse un clásico: El cuento Nº13 de Diane Setterfield... Los libros donde se entrenó en el manejo del suspenso son los de Dan Brown, y entre sus cuentos favoritos están Tres cuentos de hadas, de Gustavo Martín Garzo y La princesa y los trasgos, de George MacDonald...

Contacto: j_moreno_24@yahoo.com

Obra literaria: Es autor de la novela infantojuvenil Hamadríades: Una leyenda (Mérida, Editorial La Escarcha Azul FUNDALEA / Centro Nacional del Libro CENAL, 2007).

 

 



LA SIRENA Y EL UNICORNIO


Hubo una vez, hace muchos años, cuando los seres mitológicos eran descubiertos por el hombre como verdad misma, un unicornio plateado enamorado de una hermosa sirena del mar.

Todos los días el unicornio visitaba a la encantadora sirena para contemplar su canto y oír su placentera voz, sabía que era un amor imposible. Él, un animal terrestre, ella una sirena del mar, pero esto no le importaba; su amor era tan grande que se conformaba con oírla cantar.

Un día, el unicornio sintió que debía presentarse a la sirena del mar y confesarle su amor platónico.

La mañana siguiente, cuando el alba aún no acariciaba las montañas azules, fue hasta la orilla del mar, y miró a la sirena posada en una roca, cantado como de costumbre. Se acercó a ella y le dijo:

—Hermosa sirena del mar –relinchó de gozo– desde hace tiempo escucho tu cantar melodioso para mi corazón. Cómo expresarte lo que siento, cuando se nublan mis sentidos.

La sirena nunca había escuchado mayor elogio, su corazón palpitó como tambor oculto en sus entrañas, algo sentía, algo pasaba. ¡Qué extraña sensación de amor!

—Hermosísima sirena, luz de mi existencia, no hay palabras para describir cuánto te amo. Apaciguas mis pasos; guardo besos y caricias en el cofre de mi vida para conquistarte en secreto. Cada noche te sueño con ansías.

—Sublime unicornio –respondió la sirena– admirador de mis cantares, cómo explicarte. La esencia de tu amor sucumbe mi alma, has tocado el fondo de mi ser, podría enamorarme de ti. Pero... ¡Estoy comprometida con un tritón! ¡Si tan solo fueras pez...

El unicornio, en silencio, se dio vuelta, alejándose lentamente, pensando... ¿Cómo convertirse en un tritón?

Más allá, por las siete colinas, el Dios Eros, Dios del amor, paseaba por el mundo terrenal. Al unicornio se le ocurrió una gran idea… Se aproximó hasta Eros diciéndole:
—Queridísimo Eros, Dios del amor, necesito tu intervención.

El unicornio le contó lo sucedido. Dios Eros, afligido y apesadumbrado hizo una promesa al unicornio.

Te convertiré en tritón, si me regalas un poco de tu sangre.

—¿Para qué la necesitas si eres inmortal? –preguntó el unicornio.

—Es el ingrediente ideal, para en tritón poderte transformar.

El unicornio accedió, y con prontitud fue hacia el mar con el Dios Eros.
—Toma de mi sangre, conviérteme ya.

El Dios tomó una daga y rajó la piel del místico animal, con sus dedos tomó sangre plateada, frotándola en sus orejas conjurando: ¡Unítriter! Ése será tu nombre de ahora en adelante.

Unítriter nadó por las aguas hasta encontrar una ceremonia de bodas acuática, se acercó a la multitud marina y gritó. ¡Yo amo a esa sirena!

—¿De qué hablas? –replicó alterado el padre de Sofía, la sirena. ¿Me puedes explicar qué ocurre?

—No padre –dijo confundida– no sé quién es.

—Pero… –dijo Unítriter. Tú me amas.

El padre de Sofía llamó a sus guardias con un ademán en su rostro.

—¡No quiero volverlo a ver! –gritó el papá.

Los tritones se abalanzaron a Unítriter con dagas en la mano, pero él gritó con furor.

—¡Soy el unicornio, tu eterno admirador! Recuerda, Sofía, recuérdame por favor.

Una chispa transformó la duda en fe, Sofía lo sintió, él era su verdadero amor.

—¡Déjenlo! –gritó con fuerza– yo lo recuerdo, lo amo con anhelo.

—¿Qué dices? –replicó el novio. Soy el príncipe del mar. No pensarás dejarme atrás.

—¿Es cierto lo que dice? –arguyó el padre abrumado, ahora tú decide. Pero advierto, si eliges aquel mendigo, olvídate de mí como padre y este reino dejará de ser tu hogar.

En los cielos, alguien más escuchaba este diálogo. Cómo saber si era Eros u otro Dios, o tal vez la misma naturaleza planeando unirlos en verdadero amor.

Cuando Sofía pronunció sus últimas palabras: Sí padre, definitivamente, lo amo en mi corazón ardiente, ambos se abrazaron y el mundo paró… Una luz blanca envolvió sus cuerpos y los fundió en el mar azulado, preservando su amor infinito; expandiéndose la esencia más misteriosa y pura en todo un mundo marino… llenando así, de alegría y vida los océanos y los ríos.

Por eso los cuerpos están plenos de agua, llenos de amor; el amor de la sirena y el unicornio.