LUIS ALBERTO ANGULO
Luis Alberto Angulo Rivas (Barinitas, estado Barinas, 1950). Poeta. Autor de Viento barinés (UC, 1978), Antología de la casa sola (Fundarte, 1982), Una niebla que no borra (Dir. Cultura Carabobo, 1984), Antípodas (Predios, 1994), Fusión poética (UC, 2000), La sombra de una mano (Monte Ávila, 2005), así como de las antologías Rostro y poesía, poetas de la Universidad de Carabobo (UC, 1994), Poemas de San Juan de la Cruz (Cardinal, UC, 1992), Poemas de Miguel Hernández (El perro y la rana, 2005), Antología poética de Ernesto Cardenal (Monte Ávila, 2005) y de las compilaciones en coautoría con Luis Ernesto Gómez:70 poetas en solidaridad con Palestina, Iraq y Líbano (Minci, Redve, 2006) y, El corazón de Venezuela, patria y poesía (Pdvsa, Redve, 2008).

Premio del IV Concurso Internacional de Poesía Universidad de Carabobo, Premio de Poesía Universidad Rómulo Gallegos, Premio Bienal de Poesía Dr. Francisco Lazo Martí. Coeditor de R?DVE y redactor de la revista Poesía (UC). Fundador del Encuentro Internacional Poesía Universidad de Carabobo junto con Adhely Rivero y Enrique Mujica. Está adscrito como asistente de literatura a la Oficina del Cronista Universitario (UC).


REFERENCIAS AL AUTOR:

http://alpialdelapalabra.blogspot.com
http://www.arteliteral.com

   



 

AGUAS

parangülita, el río más pequeño
de mi pueblo se secó

el santo domingo, el más grande,
corre contaminado de químicos

desde la montaña en donde nace
hasta el apure y el amazonas,
a donde llega

bajan y suben en cada trago
el espectro y su guadaña

las aguas de todos y de nadie

 

 

RÍOS

mi infancia saltaba de piedra en piedra
las ágiles corrientes del pueblo

así ha ido mi vida desde entonces
resbalando cayendo saltando de nuevo

ahora que atónito contemplo
los cauces secos de tantos ríos

saltar o caer ya no tiene importancia

 

 

YO CONOCÍ AL VIEJO LOBO
a Ramón Palomares

Yo conocí al viejo lobo sembrando maíz en el patio de su casa
lo vi observando las hojas del tabaco y el rubí del cafeto en la ladera
el viejo lobo come queso y panela a orilla de un río turbulento
que corre en la montaña haciéndose espuma entre la niebla
de él le viene el rumor ronco con que amansa las bestias más salvajes
y hace que las flores esparzan su olor por caminos que van al cielo
llevando al ozono azul los mensajes del tiempo
el viejo lobo aúlla y los lobos pueden oírle no importa dónde estén
o si mascan chimó o chupan caña o beben de la paila aún ardiente
su soledad de viejo lobo llamando a la manada dispersa en el planeta.

 

 

IRREVOCABLE

Al doctor José Antonio Álvarez,
profesor de castellano y literatura en el Liceo
Manuel Palacio Fajardo de Barinas. Donde ahora esté.

Me dijo Luzbenia
que el cura les decía
ese hombre es brillante

se murió José Antonio
el hijo de Ortuño y de doña Ana Aurora Álvarez
en La Pascua

se murió hace cuatro meses
“gallo” Mujica
pero mi mamá no lo dejaba ir

lo agarraba por la pechera
y le decía
usted no se me muere

no puede ser
que mis tres hijos menores
se vayan primero que yo
que tengo noventa

ese día le susurró al oído

usted no sufre más,
usted hoy descansa

y él se murió
……………………..

meses tenía muerto
pero no quería irse
sin permiso de la madre

 

 

NO SOPORTO A LA CIUDAD
(a José Carlos De Nóbrega)

No soporto la ciudad y ella me rechaza a
mí con la misma fuerza de esta aversión,
caravanas de autos apenas se mueven tal
un animal antediluviano que se replica
a sí mismo, llenando de humo y metálicas
cornetas el espacio.

No soporto la ciudad y ella me rechaza,
no hay un lugar en la ciudad dónde
refugiarse de ella. Escapar de sus límites
sólo extiende aún más la furia de su paso.

Cuando ella calla a lo lejos y sus luces
apaga, se enciende el cielo entonces y
el canto de los grillos y chicharras, el
croar de las ranas y los sapos, hasta
la madrugada de los pájaros del monte,
me muestran lo extraño que me he vuelto.

Soy un ciudadano que vive la vida
a través de las fantasías de otros y de otros.
Prefiero la luz de las pantallas líquidas
donde la ilusión me encierra.

La playa azul que no me quema,
el campo sin mosquitos,
las cumbres imposibles con nieves
que no derrite el efecto invernadero.

No soporto la ciudad pero no puedo ya
vivir sin ella. En mi cuarto el atenuado ruido
del aparato de aire acondicionado, tranquiliza
la angustia como el arrullo de una madre.

Esta asepsia y antisepsia de las imágenes
del apocalipsis, únicamente me roban el alma
y me condenan para siempre a las ruedas
de esos seres que aplastan flores a su paso
cuando piensan que se alejan…