(Puerto España, Trinidad, 1946). Fallece en Mérida el 11 de agosto de 2017. Desde niño vivió en Maracaibo donde obtuvo el título de Arquitecto en la Universidad del Zulia.  Profesor jubilado de la Universidad de Los Andes. Master en Ciencias en Enseñanza de la Arquitectura (Universidad de Bath, Inglaterra, 1978). Fundó la Oficina Sectorial de Planificación de Arquitectura (OSPA/ ULA). En OSPA coordinó el primer anteproyecto de la actual sede de la Facultad de Arquitectura y Arte de la ULA. Fue profesor de Diseño, Expresión gráfica y Composición Arquitectónica en la ULA. Ganó siete premios en Dibujo y Pintura, y uno en Poesía (1985) en los Concursos APULA, entre 1984 y 1990, y una Mención de Honor en el Salón Binacional en Homenaje a Simón Bolívar en San Cristóbal (1987). Dictó talleres de Dibujo y pintura, especialmente de Dibujo para diseños de moda, avalados por APULA. Secretario de Cultura de la Asociación de Profesores de la ULA durante el período 2002 a 2005.
     

OBRA LITERARIA:

Oratorio privado  (Mérida, APULA /ULA, 1986). Inédito:  Ángeles y demonios.

 

 

EVANGELIO DE LOS INDIOS

En el principio
estábamos nosotros
en los valles y montañas,
habitaban el cielo
el sol, la luna, las estrellas
y la noche.
Y todo eso
era Dios para nosotros.

Dios estaba en las aguas,
en el viento, en la tierra
y en los muertos.
Y bautizábamos a Dios
donde lo viéramos.

Al morir nuestros cuerpos,
nuestras almas quedábamos vagando
alrededor de la casa y de los niños.
Todos éramos padres e hijos
de todos.

Amábamos nuestras palabras
y nuestros dioses viento-sol-lluvia
y nuestros muertos.

Pero vino el invasor
desde el vientre de los mares,
con sus libros y sus dogmas,
con sus pecados
y su castigo;
nos despojó de nuestra vida
y nuestros signos;
destruyó nuestros templos.
cortó nuestras lenguas,
vistió nuestra inocencia,
enterró nuestros mitos.

Desde entonces vagamos antes de muertos
sin saber quiénes somos
sin ser nosotros mismos.

 

 

CUARTO CANTO

¡Oh, las vírgenes!

En el climax
de la santidad
están las vírgenes.

Ocultas
bajo un manto inmaculado
exhibiendo
rostros de marfil,
serenos ojos,
sonrisa de inocencia contenida,
labios ausentes.

Las vírgenes…

De nuevo retorna a mis fantasmas
aquel paradigma adolescente:
reprimir las urgencias de mi cuerpo,
castrar las pasiones juveniles,
pervertir la noción del otro sexo
para ir, sumiso e indefenso
a cubrirme bajo el manto de una virgen.
Como un niño.

¡Oh, Madre!

¿Por qué me posees de esa forma?
¿A qué potencia extraña temes?
¿Para qué, Madre?

Inevitable ha llegado mi edad núbil
he perforado mi inocencia como todos.

¿Por qué estas bridas?
¿Por qué esta rienda?
¿Por qué ha de ser tan violento nuestro parto?
La victoria final de mis sentidos
yergue el sexo.

Fluye ardiente el manantial de mis placeres.

 

 

SEXTO CANTO

Es preciso aquí
hacer pausa.

Debo ahora
recoger el hilo de mi infancia,
de todos los recuerdos, imaginaciones,
temores y fantasías.

Es preciso encerrar los mitos
aunque sólo sea
por un minuto.

Y hacer silencio.

Para luego echarlos a volar
de nuevo
por los aires de la fantasía
sin miedo a desnudarlos por entero,
a llenar de erotismo el firmamento,
a juntar en un mismo cielo
como una sola y misma cosa
a santos y vírgenes,
ángeles y demonios.