Hermann Hesse
Ensayo sobre La Lírica Substancial
Alicia Thiele
ULA - Mérida


Continuación...

Sabía pues por su dolorosa mocedad que la represión de los instintos es irracional e inhumana; sabía también que su satisfacción es imposible. Pero solo la contemplación franciscana le enseña que al dolor no hay que huir, sino enfrentarlo y luchar, y que al placer hay que buscarlo, si, pero saber que siempre va acompañado de sufrimiento y desilusión, salvo en el amor que lo redime y santifica.

De la contemplación se nutre desde entonces toda la experiencia artística de Hesse. Le desagrada intimamente todo el arte «observador» que estudia y reproduce los rasgos y los movimientos, las mutaciones de la pasión reflejada en los actos, la decoración social. Él mismo vive naturalmente con los ojos abiertos pero no se esfuerza en dirigirlos hacia objetos determinados, no se fija especialmente en los gestos, le interesa el ser, no sus manifestaciones. En suma, sabe distinguir entre la realidad viviente, creadora y entre la otra, que es el reflejo de la primera en nuestra conciencia, su caricatura en la memoria. Con palabras muy simples nos transmite la savia de estas contemplaciones, pero cada palabra renace y se funde inseparablemente con el contenido.

"Al principio fue el mito. Como el gran Dios cantaba y luchaba por la expresión en el alma de los hindúes, griegos y germanos, así canta diariamente de nuevo en el alma de cada nino.
Yo no sabia aún cómo se llamaban el lago y las montañas y los arroyos de mi tierra. Pero vi acostada en el sol la superficie lisa de los lagos verde-azuláceos, transida por pequenas luces, y alrededor la corona compacta de las montañas empinadas y en sus grietas más elevadas las blancas mellas de nieve, y las pequenas, diminutas cataratas, y a su pie los prados inclinados y claros, con frutales, cabañas y grises vacas alpinas. Y puesto que mi pobre pequena alma aguardaba tan vacia y quieta, los espiritus del lago y de las montañas escribían sobre ella sus bellos, audaces hechos."

Asi creció Peter Camenzind en su maravillosa aldea suiza, hasta llegar al colegio, donde a la fuerza le quisieron hacer creer que las montañas mintieron, que no hay que ser orgulloso sino humilde, no audaz sino astuto.

Pero Peter Camenzind no lo creía, como tampoco creía en la ciencia y en los libros de esta gente. Y cuando da conociendo el mundo, ve que está dominado por los hombres, que, —si bien admiran su talento y hasta aplauden, si les cuenta lo que le murmuraron los arroyos—, viven siempre de acuerdo a la despreciada ley aprendida en el colegio. Y lo que es más triste: va notando que esa misma ley empieza a corromperle. En vano trata de huir, ahogar vagando y divirtiéndose el desconsuelo de su alma soñadora. Solo la comprensión de las seráficas enseñanzas de San Francisco y una pasión callada e imposible le devuelven nuevamente el espiritu de la niñez. Regresa a su aldea y espera confiadamente lo que la gracia le llevará o el destino mandará.

No solamente el contenido y el lenguaje fueron nuevos en esta obra de Hesse. Un ritmo maravillosamente sincronizado con la acción elevó a "Peter Camenzind" por sobre todas las obras que produjo aquella época. La novela encontró lo que no tuvo su héroe: comprensión y hasta recompensa. Lo hizo conocido y económicamente independiente. Pero para el significaba más desde entonces tornó plena posesión de sus aptitudes.

En el mismo año, en que se edita "Peter Camenzind" (1904), otro acontecimicento conmoverá su vida: se casa, y funda su hogar en la pequeña aldea Gaienhofen (Baden). Por tres años habita una vivienda rústica, pero cómoda; allí nace su hijo Bruno, allí crea sus narraciones y sus poesías; por primera vez siente algo firme en su existencia, pero por eso mismo y aunque su matrimonio es feliz, se siente a veces aprisionado y limitado. En esta casa termina tambien su segunda novela, "Unterm Rad" (1906).

Parecia que en «Peter Camenzind», Hesse se habia sobrepuesto a la trágica experiencia escolar. Pero una nueva vivencia venia a abrir las heridas apenas curadas: vió a su hermano Hans, muchacho sensible y soñador, sucumbir casi bajo un estúpido amaestramiento.

De esta disposición de ánimo nace la delicada figura de Hans Giebenrath, quien, arrancado brutalmente de su mundo infantil, tiene que estudiar durante meses hasta bien entrada la noche, solo porque su padre acaricia la «gran ambición» de hacerlo cura. Le prohiben su pasatiempo favorito, la pesca, le sacan sus conejos, todo su mundo queda deshecho. Hans, muchacho tímido pero inteligente, progresa bien, aunque lastimado por la estrechez y mediocridad de sus profesores, quienes en su pedantería le quitan los pocos encantos que puede proporcionar el claustro. Ni en sus vacaciones tendrá descanso, pues el director, el pastor y el profesor de matemáticas le dan horas "extra" para hacerlo "adelantar" más ann. Ciebenrath no tiene la vitalidad confiada de un Camenzind y sucumbe a la estúpida incomprensión de los que le rodean; se suicida en el río a cuyas orillas vivió las horas más bellas de su existencia.

Aunque un nuevo rasgo enriquece a esta obra de Hesse, -un realismo plástico que predomina sobre los elementos líricos-, trasluce demasiado tal vez, la tendencia que la había inspirado, la herida, la acusación, el sollozo.

Entretanto se traslada Hesse a su propia casa, amplia y cómoda, edificada en el deslinde de la aldea; el gran jardín que la rodea, le permite dedicarse a su «hobby», el cultivo de flores y de frutales. Pero al mismo tiempo siente en sí un impulso siempre más creciente de libertarse, de escapar a todas las convenciones, deseo que intenta satisfacer en los años entre 1907 y 1911 con breves, pero frecuentes viajes.

En los cuentos que escribe en aquel entonces: «Diesseits» (1907) y «Nachbarr» (1908) se siente sin duda esa depresión, aunque no se atreve a tocar aún los puntos neurálgicos de su mal; simplemente se refugia en los recuerdos. Aparece de nuevo el mundo de su juventud, pero las narraciones adquieren mayor variedad; la naturaleza está más bien al margen del relato, asume importancia el contacto de los sexos y prima a veces. la costumbre y la rutina de la pequeña ciudad y de la aldea. Desprendido un tanto de su lirismo, proyecta los destinos de sus héroes hacia afuera, hacia la superficie y las ondulaciones de la doble vivencia, -la interior, oculta y la exterior, iluminada-, dan a los personajes un tono macabro y divertido a la vez. Aquí también, como en sus novelas anteriores, los «intermezzos» de paisajes, de nubes, de caminos, son verdaderas joyas de arte descriptivo.

Más que en sus narraciones, es en sus poesías, llenas de calma, de belleza, de ensueño, de lejanías, y en la novela "Gertrud" (1910), donde Hesse reanuda la línea ascendente de su arte. En el destino del músico Kuhn ya reluce algo de su tragedia intima y en las últimas paginas hay una confesión que resume su experiencia y encierra en sí el trayecto de su vida hasta aquel éntonces:

El destino no fue bueno», dice amargamente,«la vida fue caprichosa y cruel , no había en la naturaleza bondad ni sentido. Pero hay bondad en nosotros, en nosotros los hombres, con los cuales juega la casualidad; podemos ser más fuertes que la casualidad y el destino, sea ya por horas solamente. Y podemos estar cerca uno del otro, si es necesario; mirarnos en ojos comprensivos y podemos amarnos y vivir uno para el consuelo del otro.
Y a veces, cuando está callada la oscura profundidad, podemos más aún. Entonces Podemos ser por momentos dioses, extender manos que ordenan y crear objetos que antes no existían y que, acabados, viven si n nosotros.
Podemos de sonidos y de palabras y de muchas otras cosas frágiles y sin valor formar juguetes, melodías y canciones llenas de sentido, de consuelo, de bondad, más bellos y más duraderos que los llamativos juegos de la casualidad y del destino. Podemos llevar a Dios en el corazón y de vez en cuando, íntimamente llenos de Él, puede mirar de nuestros ojos y de nuestras palabras y hablar también a los otros que no lo conocen o no quieren conocerlo. No podemos retirar nuestro corazón a la vida, pero podemos formar y enseñarlo para que sea superior a la casualidad y afronte inquebrantable el dolor.

Finalmente Hesse se cansa de jugar al "campesino" en Gaienhofen.
Eso fue bonito mientras resultaba un juego; pero en cuanto se transformó en deber, la alegría había desaparecido. Vivía en una aldea durante años, porque la prefería a la ciudad. En el fondo sin embargo, como llegó a comprender, no se trataba de la antítesis de campo-ciudad, sino la de campesi-no-nómada. Pues su temperamento, según las propias palabras, fue siempre el de un «cazador, vagabundo y solitario»; y cuando también las causas calladas del desacuerdo y descontento entre él y su esposa llegaron a constituir temas de discusiones, se decide para un largo viaje: en el verario de 1911 parte hacia la India, la patria de sus ensueños y de su madre bienamada.

Pero esta ilusión también se desvanece. Tal vez porque su estado de
ánimo se lo impedía, tal vez porque esperaba demasiado, la India actual no le reveló sus encantos. Solo en "Siddhartha" vivirán en plena luz los paisajes vislumbrados y las posibilidades que encerraban. En aquel entonces comprendió únicamente que todo su ser radicaba en un país mucho más pobre y rudo. Se sentía extraño en aquel paraíso de plenitud y exuberancia.

Nosotros perdimos hace tiempo el paraíso», comenta en un corto relato titulado "Pedrotallagalla" (nombre de la cúspide más alta de Ceylán) "y ese nuevo que tenemos y que queremos edificar, no se halla en el ecuador y junto a los mares cálidos del Oriente; reposa en nosotros y en nuestro futuro norteño.

La India agrega una nueva desilusión a las muchas que ya lo agobian; pero esta derrota en realidad es una victoria.

Hesse reconoce de pronto que sus creaciones ensoñadas y líricas no tienen ni pueden tener patria en este mundo; más aún, él mismo empieza a sentirse ajeno a la lejanía y resignación, a los seráficos anhelos que emanan de sus obras hasta aquel entonces. La contemplación que antaño le tendió un puente hacia el mundo, no logra ya vencer su soledad.

Se siente inmerecidamente castigado por la adversidad; en su esposa se manifiesta una creciente melancolía que empieza a rayar en lo patológico; el más joven de sus tres hijos, en quien concentra todo su cariño, sufre una enfermedad dolorosa y prolongada, y su propio mundo está en peligro de desmoronarse.

Su existencia humana está desgarrada, las obras anteriores le resultan extrañas, pero su arte viviente sigue iluminándole. Como el pintor Johann Veraguth, héroe de la próxima novela «Rosshalde» (1914), gemelo de su alma y destino, "vuelve a su trabajo y encuentra, sobreponiéndose a la desgana y obedeciendo a una práctica cultivada durante años la tensa disposición que no permite ir por caminos laterales y dirige todas las fuerzas a lo momentáneamente deseado".

Su estilo adquiere un timbre nuevo, viril y metálico, música expresiva del secreto orgullo de sentirse partícipe en la creación; a la vivencia contemplativa se agrega una visión fría e indómita a la vez que hace llegar a la plenitud su arte.

Mientras permitimos que alguien tome posesión de nuestras ansias y las desvirtúe (Giebenrath), mientras nuestros anhelos sean vagos e inconstantes como las nubes (Camenzind), mientras deseamos poseer (Kuhn) o nos apegamos a lo que poseemos (Veraguth), estamos sufriendo y sembramos sufrimientos. Sólo cuando se es un "Knulp" «(Drei Geschichten aus dem Leben Knulps», 1915), un vagabundo libre e independiente, se puede gozár de una dicha pura y alegre. El vagabundo, lo mismo que el poeta, son los que llevan a los hombres sedentarios, esclavos de sus tareas, un poco de nostalgia por la libertad que estos nunca pueden realizar. Los dos son hijos y hermanos de Dios, que nada gozan, nada sufren sin que Él lo sienta en ellos.

Por eso Knulp, envejecido y enfermo, al ir cuesta arriba, bajo la nieve, y al hablar con Dios, el último día de su vida, debe consentir en que todo fue como debía haber sido; por eso la muerte no es para él un Partir, sino un Volver y Quedarse.

Años después, Hesse podrá seguir en su propia vida las huellas dé esta su criatura preferida; pero en esos años que lo conducirán a ello, tendrá que pasar por la crisis más honda de su existencia.

Al volver de su gran viaje, Hesse se enfrenta valientemente con la desesperación y empieza a vencerla. Pero el estallido de la guerra produce en él una catástrofe, un derrumbe total de su estética.

Se ha visto hasta aquí en Hesse que, si bien no representaba las acciones y pasiones de su época, sino más bien la vida de individuos solitarios, en todas sus creaciones se reflejan claramente las miserias de un mundo maniático que con trabajo ímprobo, sin descanso y sin fin, produce todo, menos lo esencial: Camenzind se hace posadero, pues sabe que, como artista, será un parásito mientras no sienta un verdadero impulso de creación; Giebenrath se refugia en la muerte, porque no soporta el utilitarismo estúpido de su ambiente; Knulp vive el desprecio hacia un mundo enfermo de una inutilidad atareada, que trata de sofocar las nostalgias de libertad en sensaciones bastardas.

Pero ante la hecatombe que mezclaba la sangre de culpables con la de los inocentes, que enlodaba en su elemental furia, sin selección, lo vulgar y lo sublime, toda su obra le parece sin varar, más aún, su fe en la misión del artista ha desaparecido. Atormentado se pregunta: "¿Qué hice para impedir esto, qué debí haber hecho?..."

Paralelamente se derrumba su vida familiar; la enfermedad de su esposa se agrava hasta un grado que hace necesaria su internación en un sanatorio; debe separarse de sus hijos y para colmo, pierde toda su fortuna. Su propia salud queda también seriamente afectada por las agobiantes tareas que debe desempeñar en la embajada alemana de Berna, donde atiende la oficina de intercambio de prisioneros de guerra.

Sólo hombres como Romain Rolland, con quien lo liga desde entonces una estrecha amistad, y al que dedica la primera parte de su obra maestra «Siddhartha», logran mantener en él la socavada fe en un mejor porvenir.

Empieza a creer nuevamente que:

No hay día tan pesado y severo,
del cual la tarde no se apiade,
y al que por fin quedamente
la materna noche no abrace.
Consuélate tu también, mi corazón,
aunque anhelos con ardor te asedian.
Está cerca la noche, que maternalmente
te ofrece sus brazos apacibles.
Una cama habrá, habrá un ataúd
preparados por mano extraña,
donde finalmente tendrá calma,
el peregrino sin reposo.
unca lo olvides, mi fiero corazón,
y ama con ansia todo placer
y ama también el amargo dolor,
antes que descanses para siempre.
o hay día tan pesado y severo,
del cual la tarde no se apiade,
al que por fin quedamente
la materna noche no abrace.

Renace así de la desesperación un Hesse profundamente cambiado, enriquecido por el dolor ajeno y propio. La literatura universal nos muestra muy contados ejemplos de una transformación ascendente de tal magnitud.

No es que haya habido cambio en su experiencia artística suprema. Pero se acerca más al corazón palpitante de la época, ésta nuestra época desgraciada que ni a latigazos despertó; que no vive la vida, sino la sufre, aunque miserablemente, aunque sin perspectivas; que nada ha aprendido y todo lo olvida.

Se vive; pero el toque de alarma se hace cada vez más fuerte. Jung lo sintetizó en una frase magnífica de su «Realidad del alma»: «Se podría dejar todo tal cual está» (-se vive-) «si ese nuevo camino no exigiera perentoriamente que se le descubra y no se castigara a la humanidad con todas las plagas del Egipto hasta tanto no haya encontrado la nueva senda».

Es éste el tema de nuestro tiempo; el nuevo camino reclama del hombre sacrificios del más alto grado ético y la época, sin embargo, es cruel, sangrienta, y para colmo, el alma humana está tan insensibilizada que ya no se rebela ni se escandaliza más.

"Un pequeño literato fracasado, un desharrapado y algo sospechoso
extranjero, que vivía de leche, arroz y macaronis, llevaba sus trajes hechos míos andrajos, y en el otoño traía su cena del bosque en forma de castañas", así se describe Hesse en los primeros meses después de la guerra.

Permanece un corto tiempo en Sorrento y en Lugano, y en mayo de 1919 alquila un departamento de cuatro piezas en Montagnola, una pequeña aldea en el cantón suizo de Ticino. En la Casa Carnmuzzi, como se llama el «palazzo» que habita durante los doce años subsiguientes, realiza Hesse el felizmente logrado experimento de reconstruir su existencia.

Como si hubiera despertado de pesadillas", nos sigue contando, «de pesadillas que duraron años, aspiré en mí la libertad, el aire, el sol, la soledad, el trabajo ... Así pues, no me he ido a pique, otra vez me he recogido, fui aún capaz de trabajar, de concentrarme; los años de guerra no me han matado espiritualmente, como temía.

"Demian", ("Die Geschichte einer Jugend" -1.919), es el primer libro que publica Hesse después de su noche oscura. En un gesto simbólico, el autor de una decena de obras admiradas, da a luz una novela maravillosa, cándidamente, bajo el seudónimo de Emil Sinclair. Habla de una juventud que se busca a sí misma por senderos oscuros, muchas veces al borde del precipicio, en lucha santa de realización,juventud iluminada por una mujer noble, símbolo de la maternidad, y un amigo joven, el guía, el enviado de los dioses.

«Demian» no es la historia de un héroe imaginario, es la vida palpitante de su autor. «Los poetas», dice en el prólogo, «cuando escriben novelas, hacen como si fueran el propio Dios, como si pudieran ver y comprender del todo cualquier historia humana y representarla, cual si Dios se la contara a si mismo, sin velo, todo substancialmente. Eso no sé hacerla, ni tampoco los poetas lo saben». Es un amargo y justo reproche a todos los «demiurgos» del arte, especialmente a los de la «nueva sensibilidad», pues en el mejor caso, y cuando son muy sinceros, acometen contra molinos de viento.

Para aclarar su propia posición, sigue Hesse, con una frase honda, en la que define su arte, esa lírica substancial, en contraposición a la realidad ingenua, sea la nueva o las otras:

"No puedo llamarme sabio. He buscado y sigo buscando; pero no busco más en las estrellas y en los libros, empiezo a escuchar las enseñanzas que murmura mi sangre. Mi historia no es agradable, no es dulce ni armoniosa, como las inventadas, sabe a disparate y confusión, a locura y sueño, como la vida de todos los hombres que no quieren mentirse.
La vida de cada hombre es un camino hacía si mismo, un intento del camino, una insinuación de la senda. Ningún hombre, fue totalmente él mismo. Cada uno se esfuerza sin embargo a serio, uno sordamente, otro más claro, cada uno como puede. Cada uno lleva restos de su nacimiento, mucosa y cáscara de huevo de un mundo primitivo. Alguno nunca será hombre, queda sapo, queda tortuga, queda hormiga. Alguno es por arriba hombre y por abajo pez. Pero cada uno es un "proyectil» de la naturaleza hacia el hombre. El origen de todos nosotros es idéntico, las madres, todos nosotros llegamos del mismo esófago. Pero cada u no se esfuerza, cual un ensayo y "proyectil», de lo profundo hacia su propio fin. Podemos comprendernos mutuamente, pero interpreterse puede tan sólo cada uno a sí mismo.

En una novela corta de la misma época, "Klein und Wagner", (1919), sigue desarrollando Hesse la temática iniciada en "Demian".
Los hombres, con excepción de algunos seres privilegiados, sólo en
la niñez y primer adolescencia evolucionan realmente, son capaces de profundas transmutaciones. El adulto ya no hace más que clavarse hacia adentro las espadas con que iba a conquistar el mundo; trata de adaptarse, de asegurarse. Pero precisamente el oportunismo, el «adaptarse» es lo que le degrada; y el «asegurarse» lo que le corrompe en su orgullosa condición humana y le colma de miedo. Se tiene miedo de mil cosas, del dolor, del propio corazón, de la soledad, de la locura y por sobre todo de la muerte.
y sin embargo «en realidad fue una sola cosa de lo que se tenía miedo: de dejarse caer, del paso para afuera, hacia lo incierto, del pequeño paso por sobre todo lo seguro que se tenía. Quien lo había traspuesto una vez, una sola vez, quien por una vez había practicado la gran confianza y se había entregado al destino, fue libertado».

Partiendo de estas concepciones hondamente vividas, pudo decir en un anónimo llamado a la juventud alemana ("Zarathustras Wiederkehr" 1920): «No tengaís miedo, sed audaces en vuestro destino. Sólo hombres que aprendieron a ser ellos mismos, se transforman en destino para su pueblo» Este manifiesto es característico para la nueva concepción de Hesse; el poeta que eludía antes toda participación en el gobierno del mundo, consecuente a las enseñanzas de su última catastrofal crisis, siente como ineludible, intransferible deber, el tomar contacto con la realidad, y se dirige precisamente a los que toda su vida había amado y enaltecido: a los jóvenes.

Los mismos temas, duros y santos, pero envueltos, en un hálito de ensueño, vuelven en «Märchen» (1919) cuya aparición coincide con «Demian» y «Zarathustras Wiederkehr». Cuentos que son verdaderas flores abiertas sobre las aguas vivas de la vida, posiblemente los más bellos que se hayan escrito en nuestro tiempo en el idioma alemán, y que forman a la vez el preludio a su maravillosa obra maestra, el poema «Siddhartha» (1922).

El mundo de su juventud, los cuentos narrados por su madre en suaves crepúsculos, sus luchas y sus amores, un pedazo de vida ascética y contemplativa, visiones de viajes, anhelos de calma y perfección, todo se funde en la vida de Siddhartha, el joven brahmán que abandona, el hogar paterno para vagar corno samana, monje peregrino; el sublime mensaje de Budha, a quien el adolescente encuentra en su senda, no despierta aún su espíritu, tendrá que pasar antes por muchas experiencias, tendrá que amar a Kamala, la cortesana, madre de su hijo, tendrá que perder las virtudes que se había ya forjado, revolcarse, como esclavo de sus sentidos, en vicios asquerosos, para redimirse, cuando tocaba ya los abismos, de un sólo sublime arranque y proseguir la senda interrumpida. Pero antes de realizar en sí el alto mensaje que había escuchado, tiene que sufrir aún la desesperación del padre que ve perderse al hijo único.

Barquero en el mismo río que cruzó al iniciar el «interrnezzo» mundano de su vida, en la calma deun atardecer ve que «la imagen de su padre, su propia imagen, la imagen de su hijo, se identificaron; también apareció la imagen de Kamala, y se derritió, la imagen de su amigo Govinda y otras imágenes, todas se confundieron con el río, se esforzaron todos como el río para llegar a su fin, con ansias, con pretensiones, sufriendo; y la voz del río sonaba, llena de insaciable deseo. Hacia su finalidad se afanaba el río, Siddhartha lo veía apurarse, al río, compuesto de él, de los suyos, de todos los hombres, todas estas ondas yaguas se apuraron, sufriendo, hacia sus fines, hacia muchos fines, las cataratas, el lago, el recial, el mar, y todos los fines fueron alcanzados" a todos siguió uno nuevo; y el agua se hizo vapor, y subió hacia el cielo, fue lluvia y cayó del cielo, fue fuente, arroyo, río, se afanaba nuevamente, corría nuevamente. Pero la voz anhelante se transformó. Aún sonaba, sufriendo, buscando, pero otras voces la acompañaban, voces de alegría y de sufrimiento, buenas y malvadas, voces rientes y apesadumbradas, cientos de voces, miles de voces.»

A Siddhartha, libertado, ya no alcanza el «anillo del eterno retorno». Ha pasado, por todas las experiencias y por lo mismo su ser no obedece más a las leyes de la limitación.

El hombre Hesse entonó el canto de sus anhelos, el canto de la perfección, pero sigue siendo un buscador. Sigue escuchando la voz de su sangre, empieza a murmurar el fiero cántico del Lobo Estepario ("Steppenwolf"), (1927).

Desde su primer libro («H. Lauscher») está tocando un problema que lo inquieta profundamente: la idea de que el hombre no lo es del todo, que coexisten en él aún seres elementales, de un mundo primitivo en que toda la vida tiene su origen .

El tema aparece ya vigorosamente en el cuento «Am Wege antesc de 1918), en "Klein und Wagner" y en "Demian" y está desarrollado con humor y melancolía en la amable narración «Kurgast» (1925).

"Si fuera músico", cuenta en ella, «podría sin dificultades componer una melodía que consistiría en dos líneas, de dos filas de tonos y notas, que se correspondan una a la otra, que se completen, se combatan, se condicionen, pero de todas maneras, en cada momento y en cada punto de fila, estén en una entrañable, vivísima reciprocidad y mutua relación ...

"... pues sólo en eso consiste para mí la vida, en el fluctuar entre dos polos, entre acá y allá de ambos pilares del mundo. Continuamente quisiera señalar, con arrebato, la feliz policromía del universo y recordar con la misma perseverancia que esta policromía tiene por base una sola unidad; continuamente quisiera mostrar que lo bello y lo feo, lo claro y oscuro, el pecado y la santidad, son sólo por momentos contrastes, que siempre se funden uno en el otro ... El chino Lao-Tse formó varias sentencias en las que por el rayo de un momento los dos polos de la vida parecen tocarse. Pero con mayor nobleza y candor, más cordialmente, se realizó ese milagro en muchas palabras de Jesús ... Nunca lograré descubrir la doble melodía de la vida. Sin embargo, seguiré a la oscura orden de mi interior y siempre de nuevo tendré que emprender la prueba."

Precisamente en "Steppenwolf" ensaya Hesse doblar hacia sí los dos
polos, pero le resulta más difícil y doloroso que nunca. En la trágica existencia de Harry Haller, el lobo estepario, sus dos almas inconciliables están trabajadas en una lucha mortal, contrariamente a la mayoría de los hombres, en quienes la dualidad del hombre-pez, hombre-perro, hombre-mono, hombre-zorro, se completan hasta llegar a constituir un elemento positivo.

" Cuando Harry desarrolla un bello pensamiento, siente una fina y noble sensación o hace una de las llamadas "buenas acciones" el lobo le muestra los dientes, se ríe y señala con su sangrienta burla que ridícula es toda esta noble afectación para un animal de estepa, un lobo que siente nítidamente en su corazón lo que le atrae: correr solitario por las estepas, de vez en cuando chupar sangre o cazar una loba; así, vista por el lobo, toda acción humana se trocó en cómica y perpleja, estúpida y vana. Pero lo mismo pasó cuando Harry sentía y obraba como lobo, cuando mostraba los dientes a los otros, cuando sentía odio y mortal enemistad contra todos los hombres y sus maneras y costumbres, deformadas y embusteras. Pues entonces la parte humana lo acechaba, observaba al lobo, le llamaba bestia, le corrompía y amargaba toda la alegría de su ser lobuno, simple, sano y feroz."

Para su doble alma no hay salida, ni hacia el lobo, ni hacia el niño; tampoco el suicidio puede resolver su angustia. Su alma atormentada puede solamente complicarse más y más, ensancharse hasta abarcar todo el mundo, hasta que se redima en el Todo.

Almas dobles cornola de Harry Haller, cuyo eterno panorama es la lucha entre el hombre y el lobo, almas de artista concibieron en sus momentos desesperados el terrible pensamiento que toda la vida humana no es más que un error, un malogrado parto de la madre primitiva, un feroz y terrible ensayo de la naturaleza. Pero en sus raros momentos de iluminación y dicha; concibieron también otro pensamiento: que el hombre no será solo-un animal medianamente razonable, sino un hijo de dioses, destinado para la inmortalidad.

Aunque lo dual es también una ficción, lo mismo que la unidad, entre hombre-lobo, espíritu-instinto, los limites no están donde, simplificando, las ubica Haller. El Yo no es uno o doble, "sino un mundo múltiple, un pequeño firmamento, un caos de formas, de grados, de circunstancias, de herencias y posibilidades ..... Sólo el humor (tal vez la más propia y genial obra de la humanidad) lleva a cabo lo imposible, envuelve y reúne todos lo recintos del ser humano con el destello de sus prismas. Vivir en el mundo, como si no fuese el mundo, acatar la ley y estar por encima de ella, poseer "como si no se poseyera", abdicar como si no fuese una abdicación, únicamente con humor es posible realizar estas muy gustadas y muchas veces formuladas exigencias de una alta sabiduría".

La vida de Harry Haller se desarrolla entre las luces y ruidos de una
metrópoli. El sol, el bosque, no pueden gustar al lobo, que ama a la luna y las estepas áridas. Harry Haller es quincuagenario, al que ya no puede redimir el amor hacia una mujer pura; al contrario, la que lo salva del suicidio, Herminia, es una mujer que conoce las sombras de la vida. Harry aprende mucho de ésta su amiga, que una noche lo conducirá también a la Sala de Espejos, donde verá desarrollarse su vida en todas sus etapas desde la juventud, con las magníficas posibilidades que tenía para realizada y que por tal o cual quimera, ignorancia o error se le habían malogrado. En este
Teatro mágico, comprenderá claramente que para saber jugar bien el deporte de la vida, tendrá que volver muchas veces aún.

También en «Steppenwolf» (y más que en las novelas anteriores) aparece la honda preocupación de Hesse por la necesidad circunstancial, que es la sociedad, al lado de la necesidad substancial del ser, del individuo. No se le olvidó nunca más el foco de su crisis durante la guerra, el angustioso interrogante, el ¿qué hemos hecho? ¿qué debíamos haber hecho?

«Para nosotros, los intelectuales, nunca ha sido la realidad nuestra casa, le hemos sido ajenos y hostiles, por eso fue tan lastimoso el rol del espíritu en nuestra realidad alemana, en nuestra historia, en
nuestra política, en nuestra opinión pública. Eso sí, muchas veces he meditado en este pensamiento, no sin sentir un vehemente anhelo de modelar «realidad» una vez, actuar una vez responsable y seriamente, dejar de hacer estética y de ser profesional del arte y del espíritú. Pero terminaba siempre con la resignación, con la sumisión a la fatalidad. Los señores generales y la industria pesada, tuvieron razón: no servíamos para nada, nosotros los intelectuales, éramos una sociedad de charlatanes espirituales, superflua, anti rreal ista, irresponsable».

Espantado prevé las trágicas llamas que actualmente están lamiendo los pilares de nuestra civilización, no en poco debido a la "trahison des clercs», de la criminal indolencia en los intelectuales, que en vez de imponerse como caballeros del espíritu en una lucha viril, se transforman en monjes sensuales y egoístas.

En una pequeña obra, la «Nürnberger Reise» (1925), preciosa por los elementos auto biográficos, señala Hesse sus conceptos sobre el destino. Dice allí que «no tiene la suerte de contarse entre los hombres que tienen causas claras para sus acciones: tampoco tiene la dicha de creer en esas causas en sí y en los otros. Las causas son siempre poco claras, no existe casualidad en la vida, sólo en el pensar»

Esta concepción del destino, contrapuesto a la motivación, nos aclara muchos puntos en sus obras que parecerían oscuros de otro modo, y prima en su posterior gran novela, «Narziss und Goldmund» (1930) donde nos narra la vida de dos amigos fraternales en la Edad Media. Narciso (sic), un monje joven, ama profundamente a su alumno y amigo Goldmund (Chrysostomos), pero presiente desde el primer momento que sus vidas tendrán que separarse, pues mientras él mismo encuentra en la meditación y el estudio, aproximación hacia sus anhelos, Goldmund tendrá que salir al mundo para recoger sus enseñanzas.

La vida plena y activa, el amor y el andar son los elementos de Goldmund. Tiene la maravillosa cualidad de saber gozar y vivir en el presente, es joven, bello y sano, libre como las aves, amado por las mujeres, pero a pesar de todo, no puede sentirse feliz por completo; le desespera lo pasajero en sus vivencias y la imposibilidad de realizar su existencia íntegramente en medio de la misma existencia. Desde niño siente un impulso de modelar y trasmutar en sí las experiencias. Cosas y seres adquieren un significado diferente del que en realidad tienen, pero más verdadero para él, más armónico y atractivo. El descontento le impulsa a buscar una solución de los contrastes de su naturaleza y presiente que el arte podrá liberar en él la tensión que le produce la lucha entre la voz de su sangre y el llamado del espíritu.

Aunque pronto sabrá que el arte no es un don puro, que exige en rescate la libertad de vagar sin rumbo y de gozar sin preocupación; aunque los decaimientos y vacíos que siguen a la plenitud son espantosos e hirientes, siente también que no se es artista porque se desea, sino por la apremiante necesidad de crear.

Y en los momentos felices siente que Dios mismo le había elegido como su morada e instrumento.

Ya pasado bastante el «mezzo del cammin» de su vida, Goldmund vuelve al monasterio donde se había educado, a invitación de su amigo, el ya abate Narciso, y al comparar éste su propia existencia con la de su amigo artista, vagabundo y seductor de mujeres, duda mucho que el hombre "fue creado para estudiar a Aristóteles y Tomás de Aquino, saber el griego, mortificar sus sentidos y huir del mundo. ¿No fue creado por Dios con sentidos e instintos, con sangrientas oscuridades, con capacidad para pecar, gozar y desesperarse?»

Pero es el destino el que manda y donde los hombres se le oponen sufren fracasos y dolores.

El gran tema de nuestra cultura occidental palpita en este poema: La realidad de la vida, fecunda y luminosa, cruel y santa por una parte; y la realidad de su reflejo en la conciencia, de matices magníficos y brillantes, iluminada, volcánica a veces, pero siempre substancialmente estéril. La conciencia se impuso a nuestras vidas y sus mitos nos impiden ver la fuente de la cual emana.

Toca las raíces de nuestra tragedia pero su palabra mágica nos señala a la vez que el «impasse» no es invencible.

Hesse que según su propia confesión murió ya mil y una muertes, que renació siempre más grande y más fuerte, tiene fe en ésta nuestra época cruel y sangrienta; «la criatura humana, más expuesta al sufrimiento que cualquier otro ser, es capaz también de un creyente amor, de una fe amorosa», nos canta en una de sus recientes poesías. Cree en nuestro porvenir y nosotros tampoco tenemos que desesperarnos.


Bibliografía
Hermann Hesse. Obras Citadas Hermann Lauscher, München, Albert Langen, 1 a. ed. 1900, reed. 1920.
Peter Camenzind, narración, Berlín, S. Fischer, 1 a. ed.1 903, 2a. ed. 1921.
Legende von den süsseri Broten (Leyenda de los panes dulces), Almanach v, Velhagen und Klasings Monatshefte, 1908.
Unterm Rad (Bajo la rueda), novela, Berlín, 1909.
Diesseits (Mas acá), narración, Berlín, 1921.
Nachbarn (Vecinos), narración, Berlín, 1921.
Gertrud, novela, Berlín, Deutsche Buchgemeinschaft, sin fecha.
AufCeylon (Zwei Skizzen: Pedrotallagalla. Tagebuchblatt aus Kandy (En Ceylán: Dos bosquejos), Velhagen und Klasings Monatshefte, 1913.
Rosshalde, novela, Berlín, 1919.
Knulp (Drei Ceschichten aus dem Leben Knulps) (Tres historias de la vida de Knulp), Berlín, 1915.
Am Wege (En el sendero), cuento, en: Neue Deutsche Erzähler, 1er. tomo, Berlín, 1918.
Schön ist die jugend! (¡Hermosa es la juventud!), dos narraciones, Berlín, 1934.
Fragment aus der jugendzeit (Fragmento de tiempos juveniles), Velhagen und Klasings, Monatshefte, N° 9, Mai. 1913.
Kinderseele (Alma de niño), en: Weg nach lnnen. Berlín, 1a. ed. 1918, reed. 1932.
Demian (Die Geschichte van Emil Sinclairs lugend). (Demian: Historia de la juventud De E. Sinclair), Berlín, 1a. ed. 1919, reed. 1937.

Klein und Wagner, en: Weg nach Innen, Berlín, 1a. ed. 1919, reed. 1932.
Klingsors letzter Sommer (El último verano de Klingsor), en: Weg nach Innen, Berlín, 1a. ed. 1919, reed. 1932.
Märchen (Cuentos), Berlín, 1920.
Zarathustras Wiederkehr (Ein Wort an die deutsch Jugend) (La vuelta.de Zaratustra, Una palabra a la juventud alemana), Berlín, 1a. ed. 1920, reed, 1924.
Siddbartha. Eine indische Dichtung (Siddhartha. Un poema hindú), en: Weg nach Innen, Berlín, 1a. Ed. 1922, reed. 1932.
Kurgast (Aufzeichnungen von ciner Badener Kur) (Huésped de balneario), Berlín, 1925.
Die Nürnberger Reise (El viaje de Nürnberg), Berlín, 1a. ed. 1927, reed. 1928.
Steppenwolf (Lobo Estepario), narración, Berlín, 1a, ed. 1927, reed 1930.
Narziss und Coldmund, narración, Berlín, 1a. ed. 1930, reed. 1937.
Gedenkblätter (Hojas de recuerdo), Berlín, 1937.
Vom Baum des Lebens (Ausgewählte Gedichte) (Del árbol de la vida. Poesías Escogidas), Leipzig, Insel.


Otras obras de Hermann Hesse

Umwege (Rodeos), narraciones, Berlín, 1912.
Eine Bibliothek der Weltliteratur (Una biblioteca de la literatura mundial), Leipzig, Philipp Reclam, 1929.
Musik des Einsamen (Neue Geditche) (Música del solitario), Heilbronn E. Salzer, 1917.
Aus Indien (Aufzeichnungen von einer indischen Reise,) (De la India), Berlín, 1a. edición 1913, reed. 1923.
In der alten Sonne (En el viejo sol), narración, Berlín, 1a. ed. 1914, reed. 1927.
Wanderung (Aufzeichnung) (Peregrinación), Berlín, 1 ed. 1920.
Bilderbuch (Libro de ilustraciones), relatos, Berlín, 1926.
Betrachtungen (Contemplaciones), Berlín, 1928.
Trost der Nacht (Consuelo de la noche), nuevas poesías, Berlín, 1929.
Die Morgenlandfahtr (Viaje al oriente), narración, Berlín, 1932.
Kleine Welt (Pequeño mundo), siete narraciones, Berlín, 1933.
Fabulierbucz (Libro de cuentos), narración, Berlín,1935.
Neue Cedicnte (Nuevas poesías), Berlín, 1937.


Algunas obras editadas por Hermann Hesse

Hólderlin (Dokumente seines Lebens).
Novalis (Dokumente seines Lebens und Sterbens).
Sesam (Orientalische Erz ahlungen).
Die Geschichte von Romeo und lulie (Nach den italienischen Novellenerzahlern Luigi da Porto und Mateo Bandello).
Schubart (Dokumente seines. lebens).
Blätter aus Prevest.
Die Geschwister Brentano (In Dokumenten ihres Lebens).
Merkwürdige Geschichten:
I. Die Wunderbare Gesellschaft in der Neujahrsnacht. Erzahlungen von lean Paul
II. Novellino (Novellen und Schwanke der altesten-italienischen Erz ahler).
III. Japanische Geschichten.
IV. Aus Arnims Wintergarten.
V. Mordprozesse.


 

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